Columna de Jorge G. Correa

El futuro industrial que incomoda a la oposición

SIN PROTOCOLO

Jorge G. Correa
Mayo 27, 2025

Los recientes anuncios sobre inversiones extranjeras en Hidalgo y la designación de Tula y Zapotlán como polos de desarrollo nacional dejaron sin argumentos a quienes, desde la oposición, vaticinaban el colapso del nearshoring con Estados Unidos.

A pesar de los discursos catastrofistas, la realidad demuestra que el gobierno de Julio Menchaca ha logrado posicionar a Hidalgo como un territorio estratégico. Aprovechando el Arco Norte, la conectividad con el AIFA y la cercanía con el Valle de México, la administración estatal no solo atrajo inversiones, sino que empezó a tejer el andamiaje institucional necesario para sostenerlas.

El trabajo con los centros educativos para formar mano de obra especializada es otro acierto. En lugar de improvisar, se ha buscado que las escuelas técnicas y universidades alineen su oferta con las vocaciones económicas emergentes. Una visión a mediano plazo que rompe con la lógica inmediatista de gobiernos anteriores.

Y es que los datos son contundentes. En menos de tres años, la administración actual ha conseguido más inversión extranjera que la que atrajeron, en conjunto, los gobiernos priistas de Miguel Osorio Chong, Francisco Olvera Ruiz y Omar Fayad Meneses durante sus respectivos sexenios. Una cifra que, por sí sola, desarma a cualquier crítico con honestidad intelectual.

Pero esto apenas comienza. Con la incorporación formal de Zapotlán y Tula al plan nacional de desarrollo económico, Hidalgo tiene frente a sí una de sus mejores oportunidades en décadas. El reto, sin embargo, no está solo en atraer capital, sino en asegurar que ese crecimiento sea equitativo y sostenible.

Será clave que la derrama económica no se concentre en unas cuantas manos ni en los mismos municipios de siempre. Es indispensable que el desarrollo alcance a las regiones con mayores rezagos, donde la generación de empleo formal y bien remunerado puede transformar la realidad cotidiana.

Además, Hidalgo sigue siendo uno de los estados con los salarios más bajos del país. Si la transformación va en serio, las nuevas inversiones no pueden repetir viejos esquemas de precariedad. El desarrollo no solo se mide en parques industriales, sino en salarios dignos, servicios públicos de calidad y movilidad social real.

El momento es histórico, pero no está exento de riesgos. Enfrente hay una oposición desarticulada, que lanza críticas débiles desde la nostalgia por un pasado priista que ya nadie quiere. Pero también hay inercias institucionales, intereses enquistados y desafíos sociales profundos.

La diferencia estará en si este gobierno logra no solo atraer inversión, sino redistribuir desarrollo. De eso dependerá que Hidalgo deje de ser un estado periférico y se convierta, por fin, en un actor clave del nuevo mapa económico nacional.

mho