¿El estrés ha aumentado las renuncias de docentes?

In principio erat Verbum

“Aquellos que educan bien a los niños merecen recibir más honores que sus propios padres, porque aquellos sólo les dieron vida, éstos el arte de vivir bien”.

Aristóteles

Es probable que una de las profesiones más importantes, y paradójicamente quizá de las menos valoradas en la actualidad sea la docencia; y es que es indiscutible que, gracias a la educación, a la investigación y al compromiso de los profesionales dedicados a la enseñanza la sociedad ha obtenido formación, avances científicos, crecimiento económico y desarrollo integral.

En datos de una encuesta realizada por Gallup, empresa estadounidense de análisis y asesoría, se cuestionó a los participantes si se consideraba que los maestros eran tratados con respeto, la región de Latinoamérica se ubicó en la penúltima posición de la clasificación mundial, con solo un 27% de personas que dieron una respuesta positiva.

La posible poca apreciación de la docencia ha tenido como resultado amplia deserción de maestros; en datos de la Organización Profesional Estadounidense para Educadores, Phi Delta Kappa (PDK), los principales motivos de abandono son el descontento con el manejo de la disciplina de su escuela (60%); poco salario y beneficios (22%); estrés, agotamiento o presión (19%); y la percepción de no sentirse respetados y valorados (10%).

La falta de reconocimiento, la mala paga y el exceso de carga laboral son factores que con el paso de los años han elevado el porcentaje de docentes que abandonan la enseñanza, pero además a estos elementos hay que sumar el estrés ya que de acuerdo a una investigación publicada por la RAND Corporation este último factor es la razón más común para dejar la enseñanza pública antes de tiempo, casi dos veces más popular que el salario insuficiente.

Es importante mencionar que incluso muchos de los docentes que desertaron de sus empleos aceptaron trabajos con salarios inferiores y tres de cada 10 pasaron a laborar en espacios sin seguro médico, ni prestaciones de jubilación, todo con tal de alejarse un poco del estrés implícito en las largas jornadas laborales y en las horas enfocadas en planeaciones de clases y cronogramas.

Es importante mencionar que si ya antes, la pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV-2, ha hecho que la tensión y la ansiedad en los docentes se acentúen, ya que además de tener que lidiar con la presión para alcanzar los objetivos de aprendizaje, también se debe invertir un mayor número de horas en las estrategias didácticas y en el análisis de teorías; ya que contrario a lo que se pensaba, las clases en modalidad virtual hacen que la atención de los alumnos sea mucho más dispersa y escaza.

¿Podríamos enfrentarnos pronto a una crisis de deserción docente?, ¿cuáles serían los enfoques que se deben adoptar tanto en políticas públicas como en el ámbito privado para evitar el abandono?, ¿cómo la pandemia cambiará la experiencia escolar tanto en maestros y alumnos? Demasiadas preguntas han comenzado a hacerse presentes en esta importante labor, pero el agotamiento y la fatiga parecen ser detonantes significativos.

Las dimisiones han comenzado a estar cada vez más presentes sobre todo en países como el Reino Unido, Australia, Chile, Venezuela y México; la situación requiere un análisis exhaustivo además de atención puntual, por parte de cada sector de la población, es necesario que repensemos el valor y significado que tienen los docentes en la construcción y desarrollo social, que reevaluemos nuestras expectativas hacia su trabajo, pero sobre todo que nos enfoquemos en aumentar su retribución económica y su salario emocional.

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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