Una aventura hecha poema
La caza del Snark, libro de Lewis Carroll, escrito hace 150 años, presentó un reto en la traducción para el ilustrador, músico y museógrafo mexicano Juan Gedovius
Juan Gedovius, escritor, músico, ilustrador y artista, reunió imágenes de otro mundo, ilustraciones que se codean con el steampunk y un poema con los que forma la mezcla exacta para que obras de grandes escritores, como Lewis Carroll, lleguen a las manos de los infantes.
La caza del Snark (Alfaguara), historia escrita en verso hace 150 años por el autor mejor conocido por Alicia en el país de las maravillas, sale de nuevo a la luz gracias a Gedovius, quien la tradujo e ilustró para que jóvenes y niños se acerquen más a la lectura.
Entre rimas, una tripulación que no tiene idea de cómo navegar un barco volador va a la caza de un bicho que nadie sabe dónde está ni conoce, y para agregar más problemas, no es una tripulación de marineros, hay un banquero, un abogado, un castor y un cocinero.
“Este poema sobre la cacería de un bicho inconcebible es un viaje imposible de una tripulación improbable. Carroll tomó muchos elementos y algunos personajes prestados de textos anteriores, sobre todo de Alicia a través del espejo. Es un poema sin sentido e inaugura la corriente del nonsense”, comenta el artista.
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Además, Gedovius tuvo que utilizar su inglés más refinado y lo mejor de su español para la traducción, pues el escrito original contiene palabras que no tienen traducción al castellano.
“La caza del Snark, originalmente en inglés conocido como The hunting of the Snark, es un poema de un complejo estilo de rima en octosílabos, narra la historia de un animal fantástico que jamás acaba de describir y que toma lugar justo en el sitio donde cazarían al ‘Jabberwocky’ de Alicia y correría tan rápido como la Reina Roja o el ‘Bandersnatch’.
“Este texto, si bien, no es una tercera entrega del clásico de Alicia ni su secuela Alicia a través del espejo, sí sucede en el mismo páramo donde Lewis ideó Wonderland, y relata de forma excéntrica, como acostumbraba Carroll, la aventura de cazar a un animal sin forma definida en un ritmo musical e inusitadamente envolvente”, respondió.
El autor insistió sobre la complejidad al momento de ilustrar y escribir, resaltó que esta obra es un poema y, por lo tanto, está rimado, tiene cierta métrica, pero los ingleses y mexicanos rimamos de manera diferente.
“Encontré varias traducciones, pero ninguna me satisfacía porque no se entendía el disparate. El disparate funciona siempre y cuando tenga una gramática de la fantasía, que sea absurdo en el punto en el que te ríes y no en el punto donde no le entiendes.
“El texto es extraño, las palabras que usa son viejas, Carroll nos da una pequeña radiografía de lo que fue Inglaterra en el siglo XIX, pero aderezada con su propia fantasía, entornos fuera de sentido y con un humor de estar jugando a lo absurdo, si eso no se traduce bien, se pierde fácilmente en aras de solo rimarlo”.
El libro nace de una colección de clásicos que Gedovius ha estado realizando por más de cinco años con otros títulos que han sido traducidos.
Sobre los humanos que aparecen en el poema, detalla que es una tripulación donde un panadero no sabe hacer pan; un carnicero que solo sabe destripar castores; un castor que se dedica al tejido y que salvó a toda la tripulación, pero no saben cómo; un banquero, y el marcador de billar.
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El texto tiene secciones explicativas de oficios perdidos como el “marcador de billar” que era el encargado de atender el billar y bar en la época del 1800; relata las costumbres y situaciones culturales de ese siglo, así como adapta el vestuario de la época en las ilustraciones.
“Ahora era el momento, casi después de 90 libros publicados algo he aprendido en el camino y nuevamente ahí está la suficiente experiencia, la necedad y las ganas para treparme a Carroll, que nunca es fácil por su manera de escribir y que hoy es una escritura separada en tiempo y espacio, de hace 150 años del otro lado del Atlántico”, expresa.
El ilustrador tomó vestimentas y maneras de la época para darle rostro a los personajes, además del estilo steampunk, la corriente que mezcla moda de la época victoriana con tecnología.
“Los marcadores de billar, en su mayoría, eran de Irlanda, entonces lo puse pelirrojo, esto es parte de las cosas que le dan sustancia al texto, no son marineros y están vestidos como victorianos propios de cada uno de sus oficios.
“Sobre el estilo steampunk, siempre me ha gustado la corriente que es moda, tecnología e incluso literatura, les da esa sofisticación a mis ilustraciones, la nave de la tripulación es totalmente steampunk, los utensilios también”, reveló.
Gedovius habla con pasión, relata su amor por el dibujo, los colores y la música, La caza del Snark lo hipnotiza y platica que en algunas traducciones se encontró la idea de que Snark es una palabra maletín, lo que significa que dos palabras que no tienen cabida juntas y que al unirse crean un concepto.
“Es lo que hoy llamaríamos jitanjáfora, por ejemplo, decir es una luna dienticonejuna, la palabra no existe, pero se entiende perfectamente”, indica.
“Se cree que Snark era un contracto de serpiente (snake) y tiburón (shark) en inglés, otros dicen que de caracol (snail) y tiburón (shark), entonces hay traducciones en español que le llaman el caracualo, de caracol y de escualo”.
Enamorado de los textos de Carroll, Juan opta por darle un espacio en el imaginario colectivo moderno a un texto poco visto y tras varios años lo hizo con una versión física ilustrada en pasta dura y también generó un libro electrónico y un audiolibro narrado por Nacho Casas y con una pieza original suya.
“Algo que me encanta de ser autor es que uno se convierte en historiador, investigador, vestuarista, todólogo y odontólogo de criaturas míticas”, señala.
Juan Gedovius es autor, ilustrador, museógrafo, diseñador gráfico, músico, compositor y más; nació en Ciudad de México y cuenta en su currículum con más de 80 títulos propios, además de una larga lista de colaboraciones, carteles y piezas sueltas, en las que ha desarrollado un estilo propio utilizando la pintura en acrílico.
Por Alejandro Baillet
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