Tecnología que hipnotiza y esclaviza

No soy robot, de Laetitia Thollot, invita a reflexionar sobre el futuro: ¿Los niños podrán ser reemplazados por una nueva tecnología?

Laetitia Thollot tiene imaginación desbordante, tanta que pone al lector en un serio predicamento en su libro No soy robot (Montena): enfrentarse a su propio yo, pero en versión robotizada, perfeccionando todo lo que usted o yo no somos capaces de mejorar. ¿Usted qué haría si se topa con su clon de circuitos y tuercas? 

Parece un tema normal en la actualidad con la Inteligencia Artificial, sin embargo, la forma en la que Laetitia Thollot lleva la historia para los jóvenes, niños y adultos, provoca sonrisas, además de reflexiones.

La autora responde desde el otro lado del océano, desde Francia, donde tal vez se ha topado con otra Laetitia que quiere tomar la llamada y hablar del libro en lugar de la real. 

“Esta idea llevaba mucho tiempo rondando en mi cabeza, tenía esa idea de un niño que de repente se encontrará con su otro yo, pero hecho robot. Se me hacía muy loca la idea y eso se mezcló con todas estas cosas que pasan en la actualidad, por ejemplo, últimamente autorizan las compañías aéreas que es posible viajar con un perro sentado en las piernas del dueño, entonces yo veo que hay gente que prefiere perros a niños. 

“A lo que voy es a lo siguiente: muchas personas ahora prefieren mascotas que convivir con niños, quisieran que hubiera vuelos de avión, pero sin niños, están dispuestos a pagar más caro para tener la garantía de no tener un bebé chillando a su lado, pero sí volar con un perro; o en restaurantes que dejen pasar mascotas, pero no niños. La sociedad está viendo a los niños como algo molesto y al parecer prefieren un robot, que apagues y enciendas cuando quieras”, respondió la autora. 

No soy robot narra la historia de Aden, un chico que sueña con ser famoso, su madre lo ha elevado tanto que el niño cree que es guapo, inteligente, astuto, sin embargo, se topará con una desagradable noticia.

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Su fama llega como él lo esperaba, pero el resultado es negativo cuando lo contratan para ser el modelo de un robot que se convertirá en el juguete de novedad. 

“Los robots irán sustituyendo a los niños porque saben muy bien cómo hacer para manipular a los adultos, a los papás y también tienen como algún poder sobre los adultos, los emboban, es más o menos poderes telepáticos. Les dan por su lado y hacen lo que le gusta hacer a la mamá y resulta que el robot acaba sustituyendo al niño porque es mejor. 

“Parece mentira, pero justo en esta época donde ya internet, redes sociales, la Inteligencia Artificial están ocupando todos los lugares e incluso por medio de una Inteligencia Artificial ya te escribe y crea un personaje, un libro, música, en fin, todo”. 

El texto también trata de resaltar cómo los padres dedican más tiempo a la tecnología y cómo han dejado en manos de teléfonos inteligentes la educación de los hijos, además de la adicción del ser humano a estos aparatos y cómo se han esclavizado. 

“Somos muy adictos a la tecnología y el problema no nada más es ese, sino que también los adultos hemos hecho que los niños se vuelvan esclavos de la tecnología y también los mismos papás crean sus robots. 

“Y vemos que resulta que los adultos son los más adictos a la tecnología, ahí en el libro los papás de los protagonistas sí son superadictos de la tecnología y el libro es un anuncio, una advertencia, para también ver en qué piso están, en dónde estamos ubicados los adultos con relación a los infantes y cómo los atendemos y educamos”. 

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Laetitia Thollot se apoya en los recuerdos, en juguetes de la infancia para darle más pinceladas a su libro y revela que gracias a los catálogos de juguetes de los años 80 y 90 fue como nació Neo, el “niñobot” de la obra. 

Muchos recordarán esos muñecos, aquellos que hacían más ruido que lo que podían moverse. 

“Esos robots están inspirados en mi infancia, porque cuando veía los catálogos de juguetes, para mi familia los juguetes caros, pues sí había robots. En aquel entonces ya hacían robots y eran muy poquitas cosas lo que el dichoso juguete podía hacer. 

“Era una moda desde hace muchas décadas atrás. Los robots siempre llamaron la atención y en el cine de ficción desde los años 50 o 60. Sale al mercado una especie de niño de tamaño natural que da miedo. Eso me influenció, que veía que anunciaban que un muñeco de tamaño natural era tu mejor amigo y tenían caras raras y lo recordé para plasmarlo en el libro. 

“Pero puedes ver el libro como ciencia ficción para jóvenes, como algo de terror y como un ejemplo de cómo la sociedad va haciendo todo por crear seres inanimados o autómatas para no tener que atenderlos, solo que sirvan como compañía”. 

La escritora resalta la necesidad del ser humano de estar acompañado, pero sin ser molestados, sin que les interrumpas sus horas de ocio o que tener compañía signifique obligación y compromiso por poner atención. 

Además, destaca la herencia que los padres dejan a sus hijos, que muchas veces es más importante ver un dispositivo que aplaudir una hazaña del niño. 

“Qué huella estamos dejando en los niños, por ejemplo, cuando los infantes desde que tienen meses de nacidos tienen esta necesidad de recibir la mirada del adulto, después empiezan a jugar y luego ven hacia la mamá o hacia el papá para que aprueben lo que está haciendo o se maravillen y le digan algo o le aplaudan, pero qué ocurre, que los niños se esfuerzan por atraer la atención de los padres y estos están ensimismados en el celular, no les hacen caso. 

“Estamos dejando en estos niños una huella psicológica y no los estamos viendo, no los estamos vigilando. El niño crece y me ha tocado que me digan muchos que su mamá nunca los vio hacer algo, un baile o una travesura y es triste retomar lo del principio, ahora cuidan más un dispositivo que a un hijo”. 

Laetitia Thollot es una lectora y escritora de aventuras de ciencia ficción. Ganó el Premio Gran Angular México 2019 con la novela futurista El mundo después. Publicó Xylo, el náufrago, en Porrúa, y Ozono, en la colección Barco de Vapor de Ediciones SM. Ha crecido y vivido entre sus dos países: México y Francia. 

En “No soy robot” es crudo ver que los papás prefieren al robot que al hijo porque es mejor acompañante y lo pueden programar para ayudar, además no da problemas” 

Laetitia Thollot, Escritora 

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