Rosalía, literatura y el factor humano

Saoko, papi, Saoko”… es una frase que sirve como un acicate para pisar el acelerador sobre la carretera; suena oriental, pero en realidad fue tomada de un viejo tema de Wisin y Yandel, que luego abre la canción con la que Rosalía inició su show en el Festival Ceremonia, la noche del domingo 2 de abril en CdMx.

Pero no nos adelantemos, dado que primero acompañó el viaje sobre una atestada autopista Arco Norte para llegar el viernes  31 de marco a la FENALI (organizada por la BUAP) para presentar Puedo Ser bien Perra, el compilado de cuentos editado por Marvin y en el que se hace un homenaje a 18 figuras femeninas de la música contemporánea.

El evento se llevó a cabo en el  tercer patio del Edificio Carolino y resultó un encuentro entre los tres coeditores del libro –Juan Nicolás Becerra, Alejandro González Castillo y este escribiente-; además participaron Elda Juárez, autora de un cuento inspirado en Billie Eilish, y Frinee, bajista de Rosetta Stoned, una chica muy joven quien encontró muy conmovedora y vital la compilación, especialmente para quien vive la música desde sus entrañas.

Lo curioso es que hablé poco de Rosalía, quien está en el centro de mi texto y que tiene como centro la fascinación que siente por la española uno de los miembros de su cuerpo de danza, alguien que no pone por delante la extraordinaria voz sino los felinos movimiento de la catalana.

Pero si hemos de citar lo más memorable, ahí estuvo la presencia de José, un hombre entrado en años y que es un coleccionista tremendo de revistas musicales y nos congeló al revelar que él tiene un ejemplar del número 1 de la revista Marvin y se acordó perfecto que está Gael García en portada –objeto que no se halla ni en la actual redacción-.

También estuvo una mujer que ya es abuela y que contó que su nieto se apenó al decirle el título del libro, pero en sentido contrario, comentó que le parece formidable y que es un reflejo de lo aguerridas que son las mujeres y que ella estaba ahora atraída fuertemente hacia el libro.

De regreso a Pachuca no podía dejar de pensar en que el factor humano hace toda la diferencia… rompe los esquemas, y ello se confirmó cuando en el Festival Ceremonia del domingo se sucedieron dos actos que no tienen músicos en vivo.

Primero fue M.I.A., inglesa de padres de Sri Lanka y activista socio-política muy poderosa; ella se acompañó de cuatro bailarines (dos hombres, dos mujeres) y hace de su show un mitin a favor de los derechos humanos, la justicia y la inmigración. Hacia la parte final incorpora a un gran coro y ello fue lo que le dio un toque distinto… lo humanizó, le otorgó espiritualidad.

Estamos en pleno siglo XXI y que no estén músicos en un concierto no lo demerita; Rosalía recurre a pistas de sí misma en el fondo  con las que interactúa y además voces de invitados. Ella posee un torrente vocal y una técnica refinadísima… no se extraña la música en vivo, no hace falta.

La puesta en escena de Motomami está muy cercana a una presentación de danza contemporánea –muy teatral-, que recurre a una escenografía minimalista que se mueve, a una iluminación prodigiosa y cuyas enormes pantallas juegan con el formato de los celulares y el tik-tok mientras presentan un puntual seguimiento personal con steady-cam.

La mujer está en el centro de todo y ese enorme despliegue de baile y canto nos reconcilia con nuestros ancestros y nos catapulta al futuro al mismo tiempo y en el mismo espacio.

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