No todo está perdido
El surtidor
“¿Quién dijo que todo está perdido?/ Yo vengo a ofrecer mi corazón”, dice en una canción Fito Paez, y son estos dos versos los mismos en los que pienso cuando leo las palabras del filósofo Ángel Gabilondo Pujol quien anota: “ Mientras nos enredamos en dilucidaciones, en la vorágine en la que encontramos dificultades hasta para que algo vivo suceda, conviene no olvidar que no todo está dicho, ni clausurado. Ni tan siquiera la comodidad ha pronunciado su última palabra. Y no nos plegamos. Lo llamamos curiosidad, y lo es. No solo la de interesarnos por lo que parece concernirnos directamente, sino la de ver si somos capaces de formarnos, de ser otros. Se abre el espacio para pensar de manera diferente. Y, a su modo, tanto nos alegra como nos asusta.
El asunto es atractivo, y más llevadero, cuando constatamos que no es únicamente cosa nuestra. El comienzo no es un puro inicio. Algo ya se viene diciendo y nos reta llegando desde lejos. Es un legado vigente, no un mero depósito, sino un caudal al que hemos de corresponder. Es aún algo pendiente, nos procura abrigo y nos constituye. Nos viene cultivando, a pesar de nuestra fragilidad para dar fruto. Somos ya en ese lecho, en ese terreno. Y hemos de velar por ello.
Ahora bien, accedemos a una nueva intemperie y notamos que nos espera mucho por hacer”. Para dimensionarlo, pensemos en lo que señala Sir Venki Ramakrishnan, en su ensayo sobre el avance tecnológico de los últimos 100 años, donde dice que: “Hace poco más de cien años, la gente no tenía idea de cómo heredamos y transmitimos nuestros rasgos o cómo una sola célula podía convertirse en un organismo. No sabía que los átomos tenían estructura: la palabra misma significa indivisible. No sabía que la materia tiene propiedades muy extrañas que desafían el sentido común. O por qué hay gravedad. Y no tenían idea de cómo empezaron las cosas, ya fuera la vida en la Tierra o el Universo mismo”.
El mismo Ramakrishnan apunta: “hoy, gran parte de cómo vemos el mundo es a través de una pantalla electrónica. Las computadoras en todas sus variadas formas son fuentes de conocimiento, pero también son cada vez más la manera en la que nos presentamos al resto del mundo e interactuamos con los demás.
Incluso un objeto omnipresente como un teléfono inteligente depende de muchos descubrimientos fundamentales. Su potente computadora depende de chips integrados formados por transistores, cuyo descubrimiento depende de una comprensión de la mecánica cuántica. El GPS en un teléfono inteligente depende de corregir el tiempo de los satélites usando tanto las teorías especiales como las generales de la relatividad, teorías que la gente alguna vez pensó que no tendrían ningún valor práctico”. En suma, y nuevamante parafraseo a Gabilondo, al afirmar que: “No todo está perdido. Aún es posible mirar y tratar de intervenir. Puede parecernos poco y, si bien nada resulta fácil, es preciso proseguir”.
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