Martina deja alma y corazón en los jardines municipales

La trabajadora del gobierno de Tulancingo cuenta cómo ha invertido sus propios recursos para mantener en buen estado estos espacios públicos

Para Martina Miranda Gómez su trabajo en la dirección de Parques y Jardines del gobierno de Tulancingo va más allá del deshierbe y del riego, ella se desvive todos los días por embellecer y cuidar del espacio verde. 

Su historia siempre ha estado relacionada con el mantenimiento de los espacios públicos. Antes de convertirse en jardinera, trabajó en la dirección de Limpias como supervisora de camiones, luego de barrido vial y una brigada. 

Lleva 23 años en la administración pública y todavía no es sindicalizada, contó a La Jornada Hidalgo, luego de afirmar que en Parques y Jardines casi no hay mujeres y que quizá a eso se deba que no están rozagantes, “los hombres no tienen mucha curia [sic]”, asegura. 

Todo comenzó hace siete años, cuando Martina solicitó a la dirección de Servicios Municipales cambio de área y le asignaron los jardines de Juárez, lugar conocido como la parada del seguro o del crucero Huapalcalco. 

“Cuando llegué a trabajar en estos jardines les saqué un camión de basura, estaba todo descuidado”, recuerda con asombro, al tiempo que admite que no sabía nada de jardinería [sonríe]. 

“Por suerte un muchacho que se llamaba Rigo me decía ‘hazle así’, primero no me dieron güiro (máquina para cortar pasto), yo andaba con machete, hasta que me trajeron una y ahora podo con la maquinita”.  

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Inyecta vida con sus recursos 

Conquistando el espacio con flores que compró con sus propios recursos, Martina Miranda inyectó vida a esta parte de una de las avenidas más transitadas en Tulancingo, “planté como diez rosas, pero se las robaron para venderlas”, cuenta. 

Esto último la llevó a no plantar tantos rosales en una de las jardineras, ya que solo una vendedora que se encuentra cerca de ahí “echa un ojito”, mientras la responsable del espacio verde no se encuentra. 

Reconoce que el lugar que luce pulcro, además de un buen diseño, necesita de la materia más importante para sobrevivir: el agua, la cual escasea.

“Todos los días le echaba, pero ya tiene año y medio que no sirve mi bomba”.  

“El área se pone bien fea si no la riego”, explica mientras señala la “casetita” de tabique donde hay un pozo y ahí está la bomba que en alguna ocasión ella mandó arreglar y pagó con su dinero, pero no quedó. Lo ideal, explica, es que en estos jardines grandes hubiera dos tomas de agua.  

“Un compañero vino y me arregló la cajita donde se estaba cayendo la bomba, me trajo una base que él hizo y ya niveló un poquito, de vez en cuando jala dos o tres horas y es cuando ocupo para poder regar”. 

Foto: Nathali González

En cuanto a las herramientas de trabajo, la ahora jardinera recordó cuando le robaron su pala y cuando pidió una escoba y le dieron una con un plástico para que no se le saliera el palo.  

“Yo corto, pero a veces me queda chueco porque las tijeras no sirven, la araña ya está toda fea. Deberían (gobierno) darnos lo que se necesita, sin nada no se puede hacer, yo he buscado la manera. 

“Para pintar llantas recicladas traje la pintura, ahorita estoy encalando unos árboles. Aquí hay que invertir en plantas, para el abono pongo a secar todo el cascaron de huevo que encuentro, lo hago polvito y se lo vengo a echar a mis plantas, mis rosas todo el año florean”. 

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Llama a preservar la jardinería urbana 

Consciente de las sensaciones que provoca pasar por un área verde, además de proporcionar sombra y favorecer la humedad en el suelo, la trabajadora de Parques y Jardines pide a los transeúntes preservar este bien. 

“No quisiera que la gente se metiera porque pisan las plantas, se hacen del baño, yo tengo que llegar todos los días a limpiar”, expresa mientras muestra los lirios, agapandos, jacarandas y crisantemos, entre otros plantíos. 

“Yo quiero mucho a mi jardín, el pasto no se sabe defender, pero yo lo puedo defender. Le llamé la atención a una señora que estaba quitando las flores: ‘no corte las moras, le está quitando el fruto’, le explique”. 

A pesar de su pasión por las plantas, Martina no dispone de un jardín en la casa que renta por falta de espacio, pero considera que como en el espacio privado, en el lugar público también se debe tratar con amor y respeto a otros seres vivos. 

Durante la conversación, igualmente muestra que alrededor coloca hilo para que la gente no atraviese el espacio verde, “eso ha permitido que crezca el pasto, aunque cuando vengo al otro día ya están todos tirados”, lamenta.  

Foto: Nathali González

Un desahogo  

“Mi hija me dice ‘le metes mucho a tus jardines’, y yo le digo ‘cuando muera, me quemas, y ahí vas a dejar mis cenizas’; yo soy feliz aquí, me paso casi todo el día aquí”, comenta la madre de dos hombres y dos mujeres. 

“Un hijo se me fue a Estados Unidos hace como 27 años, no sé nada de él, me gustaría que supiera que lo quiero mucho y lo extraño. Mi desahogo es aquí (en los jardines), aquí paso todo el día, es mi motivación para seguir viviendo”, expresa [llora].  

“Yo les digo a mis plantas ‘¡ay, mis niñas!, ya las vinieron a cortar, les falta agüita, les voy a escombrar’, platico con ellas, mi vida son las plantas. Por eso creo que me mantengo más o menos bien porque no tengo aliciente, pero mis plantas me esperan”. 

Además de hacer maceteros con forma de patos, Martina Miranda Gómez ha sacado toda su creatividad, ya que no solo encala los árboles, también los pinta con figuras propias de la naturaleza, con pájaros y mariposas. 

“Donde no crecen las plantas voy a dibujar. Tengo la idea de poner piedritas de río. Se va a ver bien bonito. Son muchas ideas para hacerle a mi jardín, lo que me faltan son los materiales”, concluye Martina. 

Yo quiero mucho a mi jardín, el pasto no se sabe defender, pero yo lo puedo defender 

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