Leer, avanzar
El Surtidor
En una de sus múltiples intervenciones de congresos pedagógicos, Paulo Freire leyó un discurso donde se anotaba lo siguiente: “Me parece indispensable, al tratar de hablar de esa importancia, decir algo del momento mismo en que me preparaba para estar aquí hoy; decir algo del proceso en que me inserté mientras iba escribiendo este texto que ahora leo, proceso que implicaba una comprensión crítica del acto de leer, que no se agota en la descodificación pura de la palabra escrita o del lenguaje escrito, sino que se anticipa y se prolonga en la inteligencia del mundo. La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra, de ahí que la posterior lectura de ésta no pueda prescindir de la continuidad de la lectura de aquél. Lenguaje y realidad se vinculan dinámicamente. La comprensión del texto a ser alcanzada por su lectura crítica implica la percepción de relaciones entre el texto y el contexto. Al intentar escribir sobre la importancia del acto de leer, me sentí llevado –y hasta con gusto– a “releer” momentos de mi práctica, guardados en la memoria, desde las experiencias más remotas de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud, en que la importancia del acto de leer se vino constituyendo en mí”.
Este pensamiento se emparenta con el objetivo de la filosofía del lenguaje de Wittgenstein (coincidente en todas las épocas del mismo, el primer período y el segundo) donde no se busca describir el sistema de símbolos de la comunicación humana, sino usar el lenguaje para esclarecer problemas filosóficos, problemas sobre la realidad y el conocimiento. Es decir, concebir al lenguaje sin separarlo de la sociedad en la que se desarrolla. Comparar el uso de las palabras con un juego, en el que cada frase representa una acción que pierde sentido fuera de ese contexto. Es decir, el juego dinámico y cambiante de un suceso momentáneo en un sitio determinado, con unas características específicas, que quizá, seguramente, no volverán a repetirse.
Pensar en esto me ha conducido a un artículo que habla sobre el cómo tratar de explicar en qué consiste la logoterapia, en donde Antonio Martín Román explica el pensamiento de Viktor Frankl, y en específico, cuando dice: “el sentido de la vida no es otra cosa que un intento del hombre por dar una respuesta a la pregunta sobre la esencia de la existencia. Es decir, el hombre busca entender lo que lo hace ser hombre y, de alguna manera, eso es lo que nos proporciona una idea de sentido.
Esa respuesta no tiene por qué ser racional, ya que hay muchos factores que son irracionales y forman parte de nuestra existencia. Sin embargo, cualquier respuesta a la pregunta, ya sea racional o no, puede convertirse en sentido de la vida. Por lo tanto, podemos decir que el sentido de la vida se produce cuando el hombre supera la indiferencia ante la vida y comienza a buscar la esencia de su existencia”. Es decir, el ejercicio de la lectura en el sentido más amplio y universal del concepto nos lleva a experimentar la sensación innata de cuestionarnos sobre en dónde estamos y quienes somos, y eso, en un mundo demasiado interconectado, homologado en obra o acción, nos hace separar la mirada del resto, dar el siguiente paso, avanzar.
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