El canto de la alondra

El surtidor

Buda decía que “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”. Lo cual nos mueve a pensar que, como señala Raquel Lemos: “No podemos escapar de ciertas cosas que nos harán daño, pero sí podemos escoger cómo estas nos afectan.

Es difícil, porque a nadie le gusta el dolor. No obstante, tan sólo tenemos que evitar algunas actitudes que no nos benefician”.

En un artículo de El Nacional, Jerónimo Avalón escribe que: “Casi todo sufrimiento está vinculado al mal en tanto que degradación del bien y al tiempo en cuanto que déficit depresente, subyaciendo como tal a la creación poética.

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Aún más: el dolor anímico es el légamo de los más profundos ríos de la vida, que son también, como decía Curtius, los más silenciosos.

Conforme a la tan socorrida clasificación de Leibniz, el mal puede entenderse de tres formas:el físico, al que corresponde una degradación de la naturaleza (enfermedad, condicionesespeciales y muerte); el metafísico, que es una limitación o imperfección natural del ser en sufinitud, y el moral, al que corresponde la comisión libre y consciente del mal.

En los dos primeros no participa el libre albedrío, pero el mal moral se lleva a cabo concitando la razón, la voluntad y la libertad.

El mal es fuente de sufrimiento. El dolor anímico guarda relación con un déficit de presente, pues aunque la causa de sufrimiento se actualice permanentemente, va alimentando nuestra memoria en la fuga del presente que signa el pasado como su domicilio más habitual”.

Tal vez, el dicho más común cuando se atesora un momento es el que apunta que: “recordar es volver a vivir”.

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Al mismo tendría que agregarse, en algunos casos, que, de no estar completamente conscientes de la evolución natural que tenemos como seres humanos, en cuanto a pensamiento y situación personal ante nuestro actuar cotidiano, nos aplicaría el: “recordar es volver a sufrir”.

Con lo poco que he observado en este lapso de tiempo que he vivido, creo fervientemente que a mejores personas que yo les han pasado cosas muchísimo peores que a mí.

Y que por lo tanto, lo que tiene que aplicarme en vida es un sentido de agradecimiento con la existencia de poder aprender de aquello que me ocurre y aquello que ocurre a mi al rededor.

Lo cual me hace pensar en un haiku de Matsuo Bashō que señala que: “Se extingue el día pero no el canto de la alondra”. Y eso es lo que ocurre y ocurrirá.

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Daniel Fragoso

Daniel Fragoso Torres. Nació en Pachuca, lector, escritor, se ha desempeñado como profesor universitario, periodista, editor, funcionario público y consultor. Es insomne.