Divagaciones puntales

¡Qué delicia es poner puntos! Mínimo, un punto y coma. Más saludable, un punto y seguido. A guisa de antojo, unos puntos suspensivos. Para salvar explicaciones o excusas farragosas, un punto y aparte. Como estocada elegante, un punto final. Donde convenga el punto: en un texto, en un trabajo absorbente, en un día caótico, en una relación enfermiza, en una postura tóxica ante la vida.

La existencia puede definirse como la obsesiva búsqueda de puntos. Sumar puntos a favor. Saber el punto clave. Descubrir el punto de convergencia. Defender un punto de vista. Partir de un punto base. Poner los puntos sobre las íes. Evadir puntos muertos. Concientizar los puntos flacos o débiles. Dar en el punto. No salirse del punto. Hallar el punto exacto de cocción. Debatir hasta agotar cada punto. Construir puntos de apoyo. Ser puntero. Mostrarse puntilloso. Tener puntería.

Quedamos de vernos en un punto específico, exigimos puntualidad y vamos lo más pronto posible al punto que motivó la cita. Nos complacemos de estar ubicados en un buen punto de observación durante el concierto, el encuentro deportivo o el mitin. Renegamos que por equis o zeta causa estuvimos a punto de llegar, a punto de ganar el concurso, a punto de alcanzar ficha, a punto de que nos dieran la chamba o la concesión; y al final volvemos con las manos vacías, al punto de querer asestarle un par de puntapiés a nuestra mala suerte o tomar la puntiaguda decisión de darnos la puntilla como seres vivientes.

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El punto es que, en su redondez, el punto sintetiza un universo. Es punto medio, vértice, equilibrio. A veces, también, punto de fuga. Hábilmente empleado, se convierte en punto de honor, o dicho como palabra compuesta: en pundonor. Repartido en cuadrantes, forma puntos cardinales que orientan y guían el cosmos. Si lo colocamos entre números, presume de ser punto decimal. Para grandes ocasiones solemos vestir tejidos de punto, urdidos en finos puntos de encaje. Y correspondemos con una sonrisa cuando alguien suelta un gracejo, un cumplido, un mimo; en suma: una buena puntada.

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La bolsa de valores se comporta en puntos al alza o a la baja. Puntos son los valores de los naipes y los dados. Los momentos oportunos, las circunstancias favorables, los azares rescatistas, son punto menos que bendiciones o milagros. Medimos la temperatura de ciertos fenómenos físicos en puntos de congelación o de fusión. En materia de redacción, el punto resulta tan imperativo que nos demanda su inclusión hasta en las abreviaturas.

Puntear, puntuar, puntualizar. Punto por punto. Acaso en ello radica nuestro punto de partida y punto de destino como humanos. Ése, creo, es el quid, la llave, el punto de identidad. De ahí mi frase pionera: ¡qué delicia es poner puntos! Y punto.

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Enrique Rivas Paniagua

Contlapache de la palabra, la música y la historia, a quienes rinde culto en libros y programas radiofónicos