Alcatraz reciclado

Alcatraz reciclado

VOZQUETINTA

Enrique Rivas Paniagua
Julio 6, 2025

Fue en 1970 cuando el conjunto rockero californiano de raíces indo-mexico-americanas Redbone (‘hueso rojo’, vocablo cajún de Luisiana con que se designa al individuo mestizo), integrado por los hermanos Pat y Lolly Vegas, Tony Bellamy y Pete DePoe, grabó su álbum Potlatch. En él, además de un extenso e hipnótico canto ritual aborigen titulado 13th Hour (‘hora decimotercera’), el cuarteto incluyó una balada que, aunque inscrita en la corriente pop, se escuchaba más como lamento nativo, alusiva al islote de la bahía de San Francisco que para entonces ya había dejado de ser prisión. Rezaba la letra de Alcatraz:

«Alcatraz, Alcatraz: / few have seen your beauty like the Indian has. // Alcatraz, Alcatraz: / where many have spent their dying days, / the Indian brings his peaceful ways. // Alcatraz, Alcatraz: / to many, you’ve been a nightmare; / to the Indian, a dream come true. (‘Alcatraz, Alcatraz: pocos han visto tu belleza como el indio lo ha hecho. // Alcatraz, Alcatraz: donde muchos han trascurrido sus días mortales, / el indio trae sus pacíficos caminos. // Alcatraz, Alcatraz: para muchos has sido una pesadilla; / para el indio, un sueño hecho realidad).»

La recuperada belleza ancestral de Alcatraz desde la perspectiva india contrastaba con el lóbrego concepto carcelario yanqui impuesto a Alcatraz. Mera cuestión ideológica, se diría, como si a eso se restringiera tan simplista enfoque. Lo sintomático, sin embargo, es que ahora Donald Trump siga considerándola una voz sinónima de política justiciera. De ahí Alligator Alcatraz, el reclusorio natural que financiará su “grande y bella” ley recién aprobada por el Congreso de Estados Unidos.

¿Grandezas y bellezas? Pues sí, la rijosa presidencia trumpiana, la del Make American Great Again (‘Haz que América sea grande de nuevo’), vuelve equivalentes dos geografías opuestas. Alcatraz, el nombre del ave pobladora de las frías costas de California y cuya abundancia pasó a denominar en tiempos virreinales a una isla, ahora se ha extendido a los pantanos tropicales de los Everglades en Florida, donde habitan cocodrilos hambrientos de tragarse a los migrantes que osen escapar de las celdas en que estarán presos.

Táctica antimigratoria cruel, no cabe duda, abusiva, discriminatoria, de tabla rasa con todo aquello que huela a latino, a bandido, a malo de la película, sin contar las otras medidas punitivas que su administración aplica ya, sobre todo en estados de mayoría hispanohablante. Desde tal óptica, además de la ampliación y reforzamiento del muro fronterizo, de impuestos a las remesas, de sobrecostos en trámites judiciales hasta para solicitar asilo humanitario, una nueva cárcel con alligators guardianes le cae como anillo a su dedo electoral.

El rock setentero reivindicó Alcatraz, el mismo que Trump quiere hoy reconvertir en mazmorra. Si el señor logró su egolátrico capricho de obtener respaldo financiero de los congresistas para otro Alcatraz, el floridano, es de creerse que también aquél, el californiano, lo usaría para amontonar ahí a quienes caigan en sus redadas, léase: a sus odiados greasers (así denominaban los racistas de mediados del siglo XX a los mexicanos que trabajaban en Gringolandia e incluso, por extensión, a los chicanos de nacimiento). En consecuencia, ¡adiós de nuevo a la simbólica belleza de Alcatraz, cantada en aquella rolita de Redbone!