10 DE MAYO, CAMBIO DE SIGNIFICADO

DESDE LO REGIONAL

Si en principio se estableció para significar la importancia de la madre solo por el hecho de serlo, en más de cien años ha variado hasta dejarlo en un  acontecimiento de mero valor comercial. Si su conmemoración fue para honrar a la mujer única y principalmente por su naturaleza reproductiva, primero la dejó bien plantada en la sociedad, luego la consolidó como motivo de muchas otras acciones hasta desnaturalizarla.

La que, aparentemente,  fue pensada como una celebración familiar, al paso de los años permeó no sin cargas políticas, en calendarios escolares, contratos laborales, promociones comerciales, ofertas turísticas, homenajes partidarios, proclamas gubernamentales, festivales artísticos, ediciones especiales, recitales exclusivos, parodias y otras expresiones humorísticas,  y un largo etcétera, que de  muchas y variadas formas explota la fecha para beneficios de los que están excluidos los sectores menos favorecidos.

Para que esto cambie pasarán otras cuantas décadas. Digo cambie, no necesariamente que desaparezca. Y es que honrar la maternidad no es malo ni sobra, tiene un valor intrínseco que es reconocer su importancia social. Lo que está rebasado es el homenaje principalísimo, excluyente de los demás valores que caracterizan a las mujeres, al reducir sus múltiples capacidades y aportaciones a la condición de madre.

En la ciencia, la política, el arte, la tecnología, la diplomacia, el deporte, las fuerzas armadas, en fin, no hay actividad humana donde las mujeres estén ausentes, sean  protagonistas y reconocidas. Quizá solo en algunas iglesias.  En contraste, millones de mujeres permanecen al margen del desarrollo, de la protección de la ley, son violentadas y sobreviven en las condiciones más adversas, por no decir que en realidades extremas simplemente son un objeto más para el mundo masculino.

Hay ahora otros factores que merecen atención especial por su trascendencia y lo que representan, en el mismo contexto de lo maternal: las madres en la guerra, en los flujos migratorios, víctimas del delito de trata y/o violencia intrafamiliar,  buscadoras de hijas,  hijos, parejas y padres  desaparecidos, trabajadoras y obreras, madres solteras, discapacitadas, ancianas dependientes.  Todas presentes en los discursos, nada más en los discursos, no en las soluciones que por su condición demandan.

La realidad obliga un viraje importante. Felicitaciones y celebraciones tradicionales no solo son insuficientes. Reafirman esa visión centrada en la maternidad como mayor mérito femenino. Ante los problemas avasallantes la formación en las escuelas debe replantearse el tratamiento que sume a lo meramente sentimental el sentido de igualdad entre mujeres y varones. A partir de ahí se puede construir un nuevo paradigma que se refleje y luego se materialice a través de las políticas públicas.

Reducir la trascendencia social de la maternidad a la celebración de una sola fecha en el año, es mantener una mirada del siglo pasado. Urge ampliar el horizonte y a los desayunos, festivales, poesías y arreglos florales de cada 10 de mayo,  sumemos programas de seguridad pública y jurídica, políticas laborales, espacios de participación, apoyos familiares, seguridad social, vejez digna, entre otros.

Mañana se repetirá el añoso patrón festivo colmado de imágenes y frases gastadas. También la agresividad contra muchas madres ante la indiferencia y mayor preocupación por el robo de vehículos que por el feminicidio y la violencia familiar.   

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