S(hoy) un archipiélago
El Surtidor
Creo que Gabriel Zaid no se equivocó al decir que “la cultura no es una especialidad. No es propiedad de nadie. No es algo que esté y que se pueda adquirir. Nos «adquirimos» a nosotros mismos a través de la cultura. La cultura es el camino de hacer habitable el mundo y entendernos, un camino que hacemos y que nos hace, nunca hecho del todo, siempre dado en parte y en parte por hacerse, en la historia personal como en la colectiva”.
Parto de este principio para atisbar sobre el nuevo libro del poeta y artista intermedial Rubén Gil, “S(hoy) un archipiélago (Malviaje, 2024)”, el cual es una muestra clara de que la expresión humana como acto poético, respira más viva que nunca.
Pongámoslo en concepto de Zaid: “¿Qué no se ha dicho de la poesía como actividad suprema? Desde el romanticismo, la poesía dejó de ser un género literario para convertirse en un absoluto, sólo comparable con la religión, a la cual, naturalmente, desplaza. El acto poético vino a ser así el centro de una esfera que es a la vez el centro de todas las cosas. «Torres de Dios, poetas, pararrayos celestes», dijo Darío. Y en uno de sus diarios escribió Baudelaire: «Ser un gran hombre y un santo para uno mismo, eso es lo único importante».
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Pienso en ello y en el principio de la poesía en la práctica, lo que Platón identificó como Poiesis (ποίησις), término griego que significa “creación” o “producción”, derivado de ποιέω poieō , “hacer” o “crear”; y en la definición específica de su obra “El banquete” el término poiesis como “la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser”.
“S(hoy) un archipiélago” es eso, va “de no-ser a ser” un libro de poesía, inscribiéndose de una manera fundamental en la poética americana, como un libro que se emparenta, en primera instancia, con una tradición experimental, filosófica y metáfisica que recorre el Popol Vuh, cruza los cantos de Altazor, se alimenta de los Estridentistas, el futurismo de Marinetti, la Poesía Concreta, el poema semiótico, la poesía virtual, la intermedial y, desde luego, la poesía expandida.
En su artículo: “La poesía experimental en América Latina”, Clemente Padín, señala: “La vanguardia poética (y artística) es necesariamente experimental con respecto a su lenguaje, es decir, no sería vanguardia si no estableciera proyectos radicales de escritura y/o lectura impulsada por la búsqueda y producción de nueva información. No se trata de manipular los signos del repertorio propio de cada lenguaje en una fruición redundante de soluciones ya conocidas y aceptadas por el establishment, ejercicio insubstancial de virtuosismo epigonal. Se trata de generar información que problematice al lenguaje empleado (y, por ende, el resto de los lenguajes) y, también, a la sociedad que los sustenta, cuestionando y obligando a rehacer sus estructuras a la luz de los procesos que despierta el nuevo conocimiento”.
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En la era de las eras del conocimiento, en la época del mundo en que más cantidad de información podemos consultar, es impensable que aún quiera primar el concepto esteticista de alguien, o un grupo de personas. Es completamente hilarante que se pretenda dictar un canon purista de qué o cómo tiene que ser la poesía. Por eso, es más que trascendente la aparición de “S(hoy) un archipiélago”, libro en donde existe más poesía que en muchas lecturas de café, talleres literarios y libros laureados. Y si no me creen, lean el libro.