“Canción de paz” tendió una especie de trampa de parte de Rufus T. Firefly -la banda de Aranjuez-, pues en ella bajan considerablemente el ritmo y apelan a un sofisticado pop no menos exquisito; se trató de un sencillo muy distinto al resto del disco… y es que me parece que Todas las cosas buenas comienza en realidad en la segunda canción, una “El principio de todo” -¡tan simbólica!- que inicia como una manada de búfalos, una incursión salvaje de batería.
¿Quién diría que los españoles ya van en su octavo álbum?, porque poseen una enorme frescura y encanto que parecen de recién llegados; Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro pasan por un momento altísimo de inspiración a la hora de entender de un modo muy actual a la psicodelia… ¡teclados alucinantes y la dosis justa de electrónica!
En “El principio de todo” hacen un llamado: “No te dejes arrastrar por la nostalgia de aquellos ochenta” y eso que en su sonido hay sonoridades que emanan del pasado -esa pátina de Chic y Nile Rodgers es inegable, así como de Daft Punk-.
Julia es una de las mejores bateristas de toda España -ello queda demostrado- y Víctor Cabezuelo es un multiinstrumentista de sobrados recursos y mucha inspiración; juntos se entienden a la perfección con el productor Manuel Cabezalí para elevar de nivel las composiciones, a tal grado que él describe lo hecho como: “un disco de grandes éxitos con canciones nuevas”.
Vaya tremendo sucesor de El largo mañana (2021), que fue lastrado por el efecto Pandemia, pero ahora van a por todas y de su lado tienen a piezas tan contundentes como “El coro del amanecer”, que arranca con la tecladista Manola dándose vuelo para que pronto Julia haga su magia percusiva.
Ya desde el título –Todas las cosas buenas-, Rufus T. Firefly adelantan que toman un discurso imbuido de cierto positivismo que encaja perfecto en las 11 canciones que conforman esta odisea de psicodelia pop que en “La plaza” entrega otra canción memorable, una que se acuerda de aquellos arpegios que llevaran a The Smiths hasta la gloria.
No puedo sino celebrar que llegue un disco que reivindique la experiencia de escuchar de principio a fin -¡tan de la vieja escuela y algo fascinante!-; aquellos que se atrevan a hacerlo habrán de quedar atrapados en un desfile sonoro-temporal que va del dream pop (“La plaza”) al krautrock “Ceci N’est Pas Une Pipe”.
Te recomendamos: La venganza de Marie Kondo
Y aún cuando bajan una vez más la velocidad, tal como ocurre en “Premios de la música independiente” logran momentos de muy alta calidez y nivel de emotividad; ahí tenemos a Víctor Cabezuelo afirmando: “Yo quería cantarle a la gente que no encontró su lugar“.
Pero más adelante hay espacio para el subidón; “Dron sobrevolando Castilla-La Mancha” se torna mucho más electrónica, para luego recibir una narrativa en onda new age… una pieza para soltar en un rave en el bosque.
Rufus T. Firefly da un golpe de autoridad para trepar en el rascacielos del rock iberoaméricano… a la vez que reafirman que poseen una identidad muy propia, así como una capacidad técnica superlativa.
mho
- Una justicia cercana, inclusiva y digital, propone Eduardo Quezada
- Empresas del Edomex construirán nuevo edificio del Ejecutivo estatal
- Las Normales, ejemplos de nepotismo y corrupción en educación
- 77 años de la Nakba
- Instalan en Atotonilco de Tula Sistema Municipal para erradicar violencia contra mujeres