Regresa a Janitzio la Noche de Muertos

Las comunidades del lago de Pátzcuaro y de sus islas, principalmente la de Janitzio, celebraron nuevamente un año más de la Noche de Muertos, con toda su tradición, colorido y esplendor.

Al arribar a esta región, desde kilómetros de distancia se observa el monumento a José María Morelos, con sus 40 metros de altura en la cima de esta pequeña isla de tejados rojos y callejones estrechos. El monumento que por dentro es un museo y mirador, fue construido durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.

Después de dos años, tiempo en que la isla de Janitzio permaneció cerrada debido a la pandemia de covid-19, el martes 1 de noviembre permitió el acceso nuevamente a los visitantes, que se trasladaron en lanchas —cuya capacidad es de 50 personas—, con trayectos de 20 minutos, desde los muelles Principal y San Pedrito.

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Durante un recorrido La Jornada pudo atestiguar que ya casi nadie usa el cubrebocas, y los colonos han retomado sus vidas.

Así, Janitzio reabrió sus puertas con nuevos ánimos: los callejones lucieron adornados de cempasúchil, y las fondas ofrecieron a los visitantes platillos típicos, como el pescado blanco —especie endémica que ya está desapareciendo en estas aguas—, charales fritos y tamales conocidos como corundas, así como el postre conocido como churipos.

Aunque los habitantes de esta comunidad purépecha permiten la visita de foráneos a su panteón, les piden respeto a sus tradiciones del Día de Muertos.

Por la tarde, las familias llevan ofrendas y flores a las tumbas de los adultos. Se sientan alrededor del entierro y comparten los alimentos, que son algunos de los platillos que más les agradaban a sus familiares, en vida, como el “tamal de difunto” o la mojarra frita, además del mezcal o charanda.

“Platicamos entre todos buena parte de la noche y sentimos la presencia del que se ha ido, porque creemos que ese día regresa del más allá para estar con su familia”, dijo Aurelio Guzmán.

Por la noche, los pescadores salen con sus lanchas y redes mariposas, y a lo lejos parecen rasgar la oscuridad de las aguas, con las luminiscencias de sus veladoras.

El espectáculo visual se suma al de las luces del panteón que parece “pintar” con luces, un cuadro impresionista, por los cientos de cirios y velas entre las tumbas.

Es de tal belleza que por momentos se olvida que el lago de Pátzcuaro está cada vez más contaminado; que sigue perdiendo superficie de agua, de tal manera que es probable que en algunas décadas más Jarácuaro —su vecino y que alguna vez fue isla y se encuentra ya a solo unos cientos de metros— quede comunicado por tierra.

Llama la atención que en todos los pueblos de la ribera del lago como Erongarícuaro, Quiroga, Zurumútaro, San Andrés, Tzintzuntzan y Pátzcuaro, ha ganado terreno la venta de productos chinos; sin embargo, también ha resurgido la figura de La Catrina.

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En la Noche de los Muertos 2022, fue común ver a mexicanos y extranjeros con el rostro pintado. Fue recurrente ver a niños maquillados con el rostro del personaje llamado Miguel, protagonista de la película animada “Coco”, la cual se inspiró en las costumbres y tradiciones de esta región lacustre.

En ese contexto, Tzintzuntzan se convirtió en un gran centro gastronómico y de “bebidas espirituales”.

Multitudes subieron a las ruinas arqueológicas conocidas como Las Yácatas, recorrido que continuó, durante casi toda la noche, al panteón, donde los pobladores velaron a sus difuntos y ofrecieron ofrendas y arreglos florales iluminados por miles de veladoras.

“Fueron dos años difíciles porque los días de muertos nos daban para vivir buena parte del año”, dijo una vendedora de cerámica y trastes de cocina, al recordar que el mayor daño que provocó la pandemia fue el económico, ya que esta región vive en buena parte de la actividad turística.

La Jornada

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