Paul McCartney hizo vibrar a 60 mil fans

Los sonidos de las canciones de siempre, guardados en el hipocampo del cerebro, perpetuados por la magnitud física en cada joven, adulto, adulto mayor y adulto en plenitud que asistieron ayer al Foro Sol para ver a una cuarta parte de The Beatles, a Sir Paul McCartney, con su Got Back Tour, fueron recompensados con esa mezcla de placer y tristeza, más del primero que del segundo, la melancolía pues, al oír la voz imperecedera de los viejos tiempos, las armonías escuchadas sin interrupción desde la tierna infancia, desde la golpeante irritación juvenil de estar lo más cerca posible de la considerada banda de rock más importante de todos los tiempos.

Con las primeras notas de Can’t Buy Me Love comenzó la homilía de McCartney.

Hola México, buenas noches Ciudad de México, la voz de Paul McCartney llegó a la dermis, después se coló a la epidermis, de ahí a trasladarse al torrente sanguíneo y finalmente irrigar el cerebro donde las 80 millones de neuronas de cada uno de los 60 mil asistentes despertaron y junto con el nervio óptico comenzar la fruición sonora, el disfrute de volver a tener a Sir Paul McCartney delante de nuestros ojos.

Esta noche voy a tratar de hablar un poquito de español, dijo Paul. El público, como se esperaba agradeció el gesto y lo respondió con rechifla. Ya habían desfilado Junior’s Farm, Letting Go y She’s a Woman. Para ese entonces el inglés volvió a dirigirse al público: Estoy muy feliz de estar aquí con ustedes.

El rosario de éxitos continuó con Got to Get You into My Life, le siguió la canción nueva Come On to Me, y para que viéramos que es bien chingón cambió el bajo por la guitarra para rifarse con Let Me Roll It. Haciendo chillar la guitarra evocó el espíritu de Jimmy Hendrix y soltó Getting Better.

El concierto apenas arrancaba y el júbilo del público iba creciendo a la par del ex Wings.

Sir Paul interpretó al piano el clásico Let ‘Em In, que llenó de una atmósfera buena ondita el Foro Sol.

«Escribí esta canción para mi esposa, que está aquí con ustedes, expresó McCartney y comenzó a sonar My Valentine; después subió el tono con la galopante Nineteen Hundred and Eighty-Five; continuando con Maybe I’m Amazed; I’ve Just Seen a Face e In Spite of All the Danger.

La ensordecedora gritería fue correspondida por el exbeatle con: son los mejores. Son una bola de locos; lo que provocó que el júbilo aumentara. Con Love Me Do, llegó uno de los mejores momentos; prolongado con Dance Tonight y Blackbird, donde el compositor británico intentó dar algunos pasos de baile.

Parecía que cuando el oriundo de Liverpool dijo: está la compuse con mi amigo, mi hermano John, vendría lo que todos los asistentes estaban esperando, pero nos soltó Here Today.

Después del letargo subió el ritmo con algo más o menos nuevo y tocó New, seguida de la bailable Lady Madonna y Fuh You.

El público comenzó a ovacionar “¡Sir Paul!, ¡Sir Paul!, y él reconoció el gesto acompañando el cántico con su bajo.

Cabe mencionar que la beatlemanía, que ha permanecido a lo a largo de cinco décadas, vio ascender su curva cuando hace unos meses Sir Paul McCartney anunció su par de conciertos en el Foro Sol de la Ciudad de México, el que se llevó a cabo ayer y el que realizará mañana, como parte de su Got Back Tour.

Además, la semana pasada el ánimo de los amantes del cuarteto de Liverpool se desbordó por el debut del documental Get Back, del otrora cineasta de culto neozelandés Peter Jackson, y el estreno de la canción Now and Then… pero la voz cristalina de John Lennon en el mencionado tema no llegó al concierto de la noche de ayer.

Eso sí, la cadena de éxitos incluyó Something; Ob-La-Di, Ob-La-Da; Get Back; Let It Be; Live and Let Die, Hey Jude y el encore fue lo mejor I’ve Got a Feeling , Birthday, Pepper’s Lonely Hearts Club Band, Helter Skelter y finalmente Golden Slumbers puso loco a todo el público.

Pero la presentación de Paul fue un concierto autosuficiente, que parafraseando y respondiéndole a un poeta estadunidense fue capaz de hacer llorar a un hombre. ¿Tú lloras? Muchos lo hacen querido, McCartney.

Por Jorge Caballero

Fuente
La Jornada
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