No se lo imaginó el general

Hay en los muros de honor del salón de sesiones de la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión, una lección de la historia nacional a través de los nombres personales e institucionales ahí colocados. 

Ese recorrido por la trayectoria patria puede leerse de dos maneras: una, atendiendo solo a la nómina en sentido cronológico; otro por el momento y la circunstancia de su colocación. 

Por la primera se conocerá la personalidad y merecimientos del personaje para ser colocado su nombre en letras de oro. La atención estará centrada en su actuación frente a situaciones determinadas y trascedentes. 

La segunda tiene por referentes la fecha y el contexto de la develación en el recinto parlamentario más importante del país, lo cual siempre suscita opiniones no necesariamente coincidentes, y en algunos casos irreconciliables. 

Nada de asombro ante ello: así se tejen las historias de los pueblos, incluidas animadversiones y simpatías, interpretaciones del pasado y hasta utilización en el presente de quienes otrora fueron protagonistas. 

En un espacio de confluencia ideológica y militante como el parlamento, siempre habrá una dosis política de identificación, calculada o natural, en homenajes de esta naturaleza, más en la pluralidad de las fuerzas políticas.  

Recién se puso en aquellos muros del salón legislativo federal el nombre del general Felipe Ángeles, militar identificado, por el lugar de su nacimiento, con el estado de Hidalgo, y actualizado por habérsele dado al aeropuerto construido por el actual gobierno de la república. 

En sesión solemne de la Cámara de las y los diputados, con presencia del gobernador Julio Menchaca y la magistrada Rebeca Aladro, representante del Poder Judicial, se materializó la iniciativa de la legisladora hidalguense Carolina Viggiano Austria para testimoniar la relevancia histórica de quien mutó del ejército federal a las fuerzas revolucionarias. 

La de Ángeles es una trayectoria, como todas las relevantes, de cuestionamientos y polémica, condición acorde al sitio donde ahora se ha colocado su nombre.  

El hecho de su nacencia en una población ahora perteneciente al estado de Hidalgo, su condición de alumno del entonces Instituto Científico y Literario, hoy Universidad Autónoma del estado, y la permanencia de sus restos en Pachuca, dan al honor legislativo una primicia para nuestra entidad. 

Las circunstancias políticas regionales admiten lecturas igualmente significativas e importantes, inscritas en otros muros, con diferentes protocolos y diversos efectos. 

Coincidencia o no, la histórica figura de Felipe Ángeles quedará vinculada a la realpolitik de la alternancia hidalguense. Sin hacer malabares retóricos identifiquemos la prestancia, la elegante sobriedad y, especialmente, el talento de estratega del antiguo director del H. Colegio Militar, con los efectos provocados por su reciente evocación. 

Son aquellas características de su personalidad, aspiración para conducir con inteligencia la sustitución de las gastadas formas locales, por un modelo menos pedestre ante nuevos equilibrios, generador de la vía hacia estadios superiores para la población marginada víctima de la pobreza.  

Imágenes, discursos, escenarios, expresiones, formas y actitudes, testimonian un cambio inesperado y hasta sorpresivo, por demás sugerente. 

Ilógicamente acomodado en el muro de honor entre Servando Teresa de Mier y Juan Álvarez, e igual sin haberlo imaginado, el general trajo, después de 103 años de su fusilamiento, otra contribución a la causa democrática.  

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