Margarita Maza, el gran apoyo del Benemérito Benito Juárez

Cartas de una esposa abnegada que nunca se rindió

El libro es de Pedro J. Fernández y viene a ser emotivo testimonio de las cartas, plenas de amor, reconocimiento y respaldo que Margarita Maza Parada envió a su esposo, Benito Juárez García, durante aciagos días en que conflictos en el México de entonces los separaron.

Ella, en busca de refugio para sus hijos, se internó en Estados Unidos; él, bajo asedio de enemigos, de intervencionistas extranjeros y también de los propios del país, que abiertamente, por ideologías opuestas lo buscaban para aniquilarlo.

J. Fernández tituló su obra: Querido don Benito, con un añadido, que es síntesis de intenso legado epistolar: El amor que salvó a la patria.

Las misivas comprenden del 24 de agosto de 1864, en Laredo, hasta el 26 de junio de 1867, en Washington.

El autor (Delaware, 1986) es egresado de la Universidad Iberoamericana. Sus textos han aparecido con diversos temas de la historia de la nación: Los pecados de la familia Montejo, La última sombra del imperio, Iturbide, Morir de pie, Había una vez mexicanas que hicieron historia, y, Yo, Díaz.

Publicó también México a tres bandas, de ensayos, de la mano de Juan Manuel Zunzunegui y Leopoldo Mendívil.

En la última página de Querido don Benito, conciso, pero no menos trascendente, escribió:

Margarita gravemente enferma

“A mediados de 1870, la salud de Margarita Maza comenzó a deteriorarse notablemente. Los médicos le informaron a Benito Juárez que la enfermedad que padecía su esposa era progresiva y mortal. Sería solo cuestión de tiempo para que dejara de existir.

“Después de una larga agonía, Margarita Maza de Juárez falleció el 2 de enero de 1871 en su casa de campo ubicada en San Cosme. Aunque el deceso no se publicó en los periódicos, Margarita era tan querida que los Juárez recibieron muestras de cariño de sus amigos como de sus enemigos.

“Margarita Maza fue enterrada con las cenizas de sus hijos en el Panteón de San Fernando.

“En 1872, su querido don Benito fue enterrado en el mismo panteón.

“Su historia de amor cambió el rumbo de México”.

Su nombre fue inscrito en la Cámara de Diputados en 1966.

De antecedentes de la ilustre pareja se encontró que doña Margarita nació el 29 de marzo de 1826 en la ciudad de Oaxaca. Sus padres, don Antonio Maza y doña Petra Parada, acogieron a un niño indígena que no hablaba español, y con el cual ella se casó años después, el 31 de octubre de 1843. Ese niño era don Benito Juárez García, a quien le dio 12 niños, 5 de los cuales fallecieron siendo pequeños.

Doña Margarita emplea en sus cartas un estilo sencillo, de frases cortas en los que mezcla sus sentimientos y no se restringe para aludir al amor, a la tristeza, a la esperanza, al llanto, a los recuerdos,

No se advierte que hubiera una profunda corrección de estilo. Las frases las absorbe el lector con toda naturalidad. Son ciertamente muy del corazón

En una muestra de que parece una charla de enamorados, se cita, en un amanecer en la ciudad de Nueva Orleans:

“Pensaste mucho en cuál sería tu siguiente paso, pues no querías ser un criado por el resto de tu vida. Tenía dignidad el tomar una escoba, pero se requería valor para cambiar tu destino: estudiar. Le dijiste a tu hermana, y ella te presentó al sacerdote franciscano de la tercera orden, Antonio Salanueva. Así te convertiste en aprendiz de encuadernador. Ahí, en tu soledad, aprendiste tu primer oficio. También te volviste muy devoto. ¿Todavía rezas por mí? ¿Pides por tus hijos ¿Le hablas a Dios del México ensangrentado?”

Y refiere:

“Es una suerte que el ejército del norte haya tomado Nueva Orleans, de otro modo, yo estaría en peligro. Me resulta curioso pensar que llegué huyendo de un país que sufre una guerra y llegué a otro que lucha dividido. El norte contra el sur. Sin tan solo Estados Unidos pudiera terminar su propia guerra civil, podrían ayudarte a recuperar México, Benito. Finalmente, a cualquier país americano le conviene que México esté libre de toda influencia europea”.

Cómo era don Benito

Hace una descripción física de don Benito:

“Siempre me he preguntado por qué una carrera como el sacerdocio, que debiera ser tan humilde, es tan costosa de estudiar. ¿Será acaso que la fe es en realidad un gesto de ironía? Entonces yo no te conocía, pues no había llegado a este mundo, pero puedo imaginar cómo debías verte. Tu cuerpecito ancho, vestido de levita, tus facciones oaxaqueñas como símbolo de juventud, tus labios gruesos, tu piel de bronce, tu peinado de raya al lado, tus viejos libros bajo el brazo.

“También te imagino temeroso por tu primer día de clases, por conocer a tus compañeros de estudio (los cuales también serán compañeros de lucha años más tarde), y por aprender latín de algunos viejos profesores.

“Para aquellos que siempre te han visto adulto y serio, pensarte como joven o niño debe ser difícil. Como si hubieras nacido siendo un hombre de diez lustros, y cada día de tu honrosa vida lo hubieras pasado vestido con la misma levita”.

El joven Juárez evolucionó:

“Un mes después de que Agustín de Iturbide firmara el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, tú comenzaste a estudiar gramática latina, ¿no es cierto? Y Luego de un año hiciste el examen, el cual pasaste con muy buenas notas. Zapoteco, español y latín fueron tus idiomas, hasta en eso eras único; y llegado el momento, bajo la luna, me juraste tu amor en más de una lengua.

“Yo te hubiera admirado en lugar de criticar tu origen, pues en el fondo ya destacabas por tu inteligencia. También por la nobleza de sentimientos”.

Le recuerda su fugaz intento por el sacerdocio.

“Es curioso, pero tu paso por el seminario no mermó tu fe en Dios Santísimo, ella se ha mantenido tan fuerte como tu sentido de patria. Entendiste que hay diferentes tipos de fe, más la que debe evitarse a toda costa es la fanática irracional”.

De su alejamiento del seminario, también lo cuenta.

“Tu hermana, mujer devota de Nuestra señora de la Soledad, comenzó a ver tu desdén por tus estudios en del seminario. De inmediato se dio cuenta de que ya no te interesaba seguir la carrera eclesial, y se preocupó por que te fueras a condenar al infiero.

“Por eso, durante algunas semanas, fue cada tarde a la Catedral de Oaxaca con un rosario en la mano. Pedía por tu alma, quería que Dios iluminara tu razón para que escogieras el camino correcto: para ella era el del sacerdocio; para ti, el del libre pensamiento.

Imagen real de don Benito Juárez García, junto a su hermana Nela (de trenzas) y su esposa Margarita Maza. Foto/ Google.

Abandonar el seminario

“¡Qué nervios has de haber sentido cuando volviste a presentarte ante Salanueva para comunicarle tu decisión! Esa vez levantaste la frente para que él viera tus ojos negros. Te aclaraste la garganta y le dijiste con voz muy clara: “Quiero estudiar la carrera de Derecho”.

El 26 de junio de 1867, turnó la última correspondencia desde Washington:

“Mi querido don Benito,

“Jamás pensé que llegaría el día en que escribiría esta carta.

“¡Ha caído el Imperio Mexicano!

“¡Viva la República!”.

Alude al final de Maximiliano de Habsburgo:

“Ni siquiera puedo sentir. Con probabilidad ya sabía cuál sería su desenlace. Sé que fue juzgado en un teatro, pero que tus hombres ya tenían la orden de seguir la ley del 25 de enero de 1862, que condenaba a muerte a todo aquel que atentara contra la independencia nacional. Parece que por más que Mariano Riva Palacio, Rafael Martínez de la Torre, Eulalio Ortega y Jesús María Velázquez abogaron por la inocencia de Maximiliano, poco se pudo hacer para salvar su vida.

“Maximiliano no quiso participar en aquella charada, así que no se presentó en el teatro. Se hubiera sentido como Cristo ante Pilatos. Tendría razón, por supuesto, pues nuestros partidarios, Benito, gritarían: “¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! ¡Fusílalo! ¡Fusílalo!”.

Concluía:

“El gobierno de Estado Unidos nos facilitará un barco militar para que tus hijos y yo podamos volver a encontrarnos contigo”.

“Extraño a mi gente, escuchar mi idioma, saborear el mole”.

“Esta aventura ha terminado, ya solo queda volver a estar juntos.

“Hasta entonces”.

El libro es de Penguin Random House Grupo Editorial. La primera edición, junio 2020.

Película sobre don Benito y Margarita

El 15 de julio de 1954 se estrenó en México la película El Joven Juárez, dirigida por Emilio Gómez Muriel. Humberto Almazán, joven actor, interpretó al Benemérito en sus días juveniles en Oaxaca. María Elena Marqués, entonces ya una figura de la cinematografía representó a Margarita Maza.

Sus características físicas no fueron en mucho coincidentes con sus personajes.

El filme fue nominado al Premio Ariel al Mejor Actor de Cuadro, y recibió Ariel al considerársele Película de Mayor Interés Nacional.

La crítica fue poco benigna con la cinta.

El reparto, vale señalarlo, incluía a figuras de esos años, como Domingo Soler, Elsa Cárdenas, Rodolfo Landa, Carlos Riquelme, Raúl Farell, Víctor Alcocer, Rosario Gálvez y Francisco Jambrina.

El argumento ubica a Oaxaca en los primeros años del siglo XIX. Se apega, eso sí, a lo que décadas después escribiría la señora Maza a su esposo, ambos en un exilio obligado por situaciones políticas que enfrentaba el país.

Portada del libro de Pedro J. Fernández.

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