Lorenzo Sánchez y “La melena”

Lorenzo Sánchez y “La melena”

CIRCO SÓNICO

Juan Carlos Hidalgo
Marzo 3, 2025

Ante tanta hipocresía social que hoy abunda (llámese lo políticamente correcto) la siguiente escena sería casi impensable: Segunda mitad de los años ochenta del siglo XX.  Centro histórico de Pachuca, calle de Hidalgo (un poco adelante del Monte de Piedad). Un peluquero recibe a sus clientes conforme van llegando (nada de previa cita); conforme avanza la charla se van animando y los parroquianos están de acuerdo con el Maestro para destapar una botella de ron y armar una tertulia.

Quizá esto en Tuzolandia no tendría algo de raro, el caso es que me tocó atestiguar que se le pidiera a una persona regresar al día siguiente por la segunda parte del corte, dado que el especialista ya llevaba una buena cantidad de tragos de por medio. El hombre dejado a medio corte aceptó de la mejor manera… en el presente hasta amenazas de demanda saltarían.

El asunto es que la peluquería La melena hacía las veces de un centro de convivencia… de un club masculino en el que se albureaba y bebía entre carcajadas y tijeretazos. Su dueño era Lorenzo Sánchez, un hombre quien ejercía el oficio con gran solvencia y técnica según las reglas de la vieja escuela y es por ello que era muy socorrido.

Hace muy poco me enteró de que ha fallecido y es por ello que un torrente de recuerdos se me agolpan; tuve que explicarle de que iban los cortes a la New Wave que comenzaron a usarse en aquellos años y que dejaban la cabeza con una especie de diseño de hongo. También lo convencí de que se podían hacer cortes asimétricos, es decir, de un lado con la patilla rasurada y del otro con la patilla larga, provocando un efecto de vanguardia para lo que se usaba en aquella ciudad tan tímida -por decir lo menos-.

Pero además el vínculo con Lorenzo Sánchez venía de muchos años atrás, cuando el Maestro laboraba en la peluquería El bambi, ubicada en la calle de Guerrero -frente a los baños Gutiérrez-; hasta el local que regenteaba Don Tomás me llevaban siendo niño para hacerme un corte “regular” -como se le decía entonces- y que más bien me dejaba con parecido al look histórico de los Beatles… en aquel tiempo te llevan a “pelar”, no a cortar el pelo.

Años después, a La Melena caían amigos varios, especialmente los que tocaban en bandas como El espejo de la abuela y Eterno grito… se corría la voz de la apertura hacia “esos raros peinados nuevos”, la posibilidad de echar trago y desmadre, además de que rolara alguna que otra revista de las “prohibidas”.

La vida de Lorenzo Sánchez me permite señalar y reiterar la importancia de la microhistoria, una corriente académica que huye de los engolados discursos macro-nacionales y que ensalzan únicamente a las grandes figuras, como si la vida de los países en realidad no estuviera -y está -en manos de los héroes anónimos, en la gente de a pie… en la “Common People”, Pulp dixit.

Es oportuno pues citar a Duane Corpis a través de un texto para una sesión en la Universidad de Cornell: “El objetivo de la microhistoria es presentar momentos especialmente peculiares del pasado centrándose en las vidas y actividades de una persona o un grupo de personas concretos”.

Formar parte de los asiduos a La Melena era sentirse parte de una comunidad… una que con morbo consumía los chismes pachuqueños al tiempo que tenía gusto por el trago.

Era clásico que Don Lorenzo organizará año con año la rifa de un arcón navideño que a la postre no se ganaba nadie y que terminaba siendo abierto durante las primeras libaciones del año y beneficiando a gente que ni boleto había comprado.

Con los años supe que cambió la peluquería a los rumbos de Maestranza… eran ya otros tiempos -décadas después-, pero contar esto es narrar una ciudad que ya no existe, con todo y sus grandísimos personajes, mismos que dan sentido a nuestra cultura popular.

MHO