Leer en celular

Vozquetinta

Supongo que usted, en el más optimista de los casos, es de las pocas personas que acostumbre cada domingo fijar la vista en Vozquetinta. Aprecio que lo haga y con mayor razón que no desista antes de llegar al último punto. Nada fácil es leerme, admito, quizá no tanto por mis opiniones o enfoque ideológico, sino por las referencias contextuales y los juegos de palabras a los cuales recurro. También, claro, por mi estilo propio de redactar, tan proclive a las frases directas, breves, apoyadas en una constante puntuación. Y acepto que ello puede significar a veces atorones en la lectura corrida, principalmente cuando ésta es en voz alta.

Imagino igualmente que usted me está leyendo en su celular, no en la versión impresa del diario. Quizá de ahí derive gran parte del problema. Estoy malacostumbrado a escribir un artículo pensando en la estructura periodística de antaño. Mi esquema parte de la distribución de la página en columnas separadas por plecas, en el peso que supone publicar la nota arriba, en medio o abajo, en el trasfondo implícito de qué sección del periódico elige el jefe de redacción para insertarla. Todo muy distinto a la secuencia lineal de las versiones digitales y sobre todo a la frialdad comunicativa que eso implica. Peor aún si el escrito lo interrumpe, casi a cada párrafo, un anuncio o una información cruzada.

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Sí, lo visual de un texto tiene mucha importancia para mí. Lo comparo a un paisaje que, a manera de llanuras, lomeríos, montañas y cielos, dibuja horizontes de letras. Además, bien repartidas. En equilibrio. Nunca en montón. Jamás un rimero. Trasmitir, con arte óptico, mucho más que meras ideas o desahogos viscerales. Digo, si de veras quiere uno mover a la reflexión, al análisis, a la crítica. Acaso también a la inspiración escribidora de quien nos lea.

Un juego así difícilmente entra en el rectangulito acotado por su majestad don celular. Lo cómodo, lo práctico que resulta este aparato por la simple circunstancia de caber en la mano y poder consultarlo en cualquier instante o lugar, lo vuelve, empero, una limitante. Al colocar primero las noticias de impacto, el periódico busca en este nuevo formato armar sus contenidos de modo menos uniforme que atrayente. Es una secuencia inevitable, determinada por las características del medio. Una tarea que tiende a la mecanización. E interrogo a los cuatro vientos qué tanto de diseño creativo puede ejercerse ante tal a priori.

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¿Ventajas del periódico celular? Varias, ni duda cabe; y dos de ellas son la rapidez de lo comunicado y el derecho a nuestra respuesta inmediata, así sea hormonal, a quemarropa. ¿Desventajas? Aparte de lo farragoso de su lectura, muchas; y sería deseable que los expertos en comunicación masiva las discutan. Cuestión de enfoques… o de resignación.

Mi vicio por la invención de palabras compuestas (léase: de neologismos) me lleva hoy a rematar con otro: hemerocel. Lástima que a nadie se le ha ocurrido inventar algo así como una hemeroceluteca, adonde acudir a rescatar aquel artículo que alguna vez nos atrajo, que no tuvimos la precaución de guardar y que ahora no hallamos por ninguna nube.

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Enrique Rivas Paniagua

Contlapache de la palabra, la música y la historia, a quienes rinde culto en libros y programas radiofónicos
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