LA VACUNACIÓN
Desde lo regional
Lo primero que debemos decir –y sobre todo agradecer-, es que tenemos la anhelada vacuna. Un elemental y mínimo reconocimiento a la ciencia que en menos de un año la produjo y así colmó la esperanza de sobrevivir a una pandemia cuyos efectos nos agobian sin que todavía vislumbremos su magnitud y mucho menos la tengamos resuelta.
La circulación de la vacuna en la geografía mundial es recordatorio para mantener el interés social y los compromisos gubernamentales en el impulso y sostenimiento de la investigación científica y el desarrollo tecnológico; oportunidad también de reafirmar la conveniencia de acrecentar la cercanía social a esos campos como vía generadora de nuestro bienestar. No son actividad ajena, exclusiva de laboratorios y claustros inaccesibles. Si imprescindibles para nuestras necesidades primarias.
La lección, muy dolorosa, nos ha mostrado en breve lapso las limitaciones de la humanidad, en contraste con sus avances: hoy nos comunicamos en tiempo real a las antípodas, pero no pudimos frenar el avance vertiginoso del contagio. Habrá tiempo para aceptar en qué fallamos.
Una vez que la ciencia respondió, quedan por delante una producción suficiente para lograr en menor tiempo la inmunidad, o cuando menos la contención y una acertada distribución, territorial y poblacional. El primer factor depende de las variables de cualquier proceso productivo, en este caso bajo presiones globales. En cada continente, en cada país y en cada región determinarán el segundo conforme a sus propias condiciones, pero supeditadas al mercado. De ahí que Naciones Unidas llame a la solidaridad internacional.
En México inició el proceso distributivo con un plan de responsabilidad compartida Federación-entidades federativas. Al momento concurren dos complejidades visibles: el irreductible número de contagios y fallecimientos que apunta a una crisis incontrolable en el centro del país, con insuficiencia hospitalaria y grave afectación económica, por razones diversas, justificadas unas, inaceptables otras.
Y la coincidencia con el momento electoral que vive la república. Estamos en un proceso –inédito por su magnitud-, para renovar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, lo que supone la viabilidad del gobierno federal; elección de quince gubernaturas, mil sesenta y tres diputaciones locales en treinta estados y mil novecientos veintitrés ayuntamientos, que amenaza contaminar los esfuerzos de sanación.
A cinco meses de las elecciones, están a la vista las tensiones políticas naturales, ahora incluida la aplicación de la vacuna. En medios y por vía legal se cuestiona la selección del gobierno federal respecto de ciertos destinatarios de las primeras dosis; surge la renuncia de la funcionaria responsable del proceso y se anuncia una reducción del pedido contratado por el gobierno mexicano con el atraso consecuente. Distractores para la discusión del problema principal deja de serlo. Más de ciento cuarenta mil personas muertas por la pandemia pasan a segundo término.
En la contienda democrática olvidamos nuestras urgencias domésticas: servicios médicos a la población afectada, cuyo número crece a diario, resolver el desabasto de medicamentos e insumos indispensables. Es responsabilidad del gobierno mexicano vacunar en el menor tiempo posible una población superior a los ciento veinte millones de habitantes, dispersa en un territorio de contrastes, diversidad y peculiaridades en sus múltiples asentamientos, ello apunta a la participación de la iniciativa privada en la cobertura y las reactivaciones económica y educativa.
Sería incongruente que la batalla ganada en la ciencia se nos diluya por incapacidad y desatinos de la autoridad. Las capacidades, estructuras administrativas locales y federal están a prueba. Si la diplomacia logró la compra, la experiencia acumulada, la que erradicó otros flagelos con normatividad, personal preparado, planeación y constancia, no puede fallar. Una buena comunicación con mensajes claros es obligada, más frente a la tentación política.
Confinamiento fue la palabra de la lengua española elegida para identificar 2020. Su significado es de imposición, aislamiento, enfermedad. La de 2021 puede ser vacunación, sugiere inmunidad, salud, libertad.