La otra justicia
Hechos y nombres
Por Alejandro Envila
Mientras todos están ocupados en la discusión de la iniciativa presidencial de Reforma Judicial federal, en la Ciudad de México avanza un monstruo que amenaza con colapsar el sistema de justicia local, justo el que más afecta a los ciudadanos de a pie; a los que menos tienen.
Se trata del proyecto, ya en marcha, del magistrado presidente Rafael Guerra, que, sin ninguna utilidad ni posibilidad de éxito, pero sí altísimos costos judiciales, sociales, humanos y también políticos, pretende reconfigurar el Poder Judicial de la Ciudad de México. Guerra ha decidido desaparecer la mitad de los juzgados Civiles y Familiares para crear otros nuevos dedicados a recibir y procesar juicios bajo el sistema de justicia oral. Uno de los problemas del proyecto es que se impulsa justo cuando se sabe que la misma reforma constitucional que ordenará elegir a jueces, magistrados y ministros por voto popular, se deberá instrumentar a nivel local en todas las entidades federativas.
Así, gracias a la “genialidad” de Rafael Guerra, en la Ciudad de México habría dos reformas judiciales, en lugar de una sola, excluyentes una de la otra y en ningún sentido complementarias, en poco más de un año si las cosas avanzan como se advierte. La primera desaparecerá juzgados civiles y familiares tradicionales para crear otros de procedimiento oral en las mismas materias, y la segunda despedirá a los jueces recién nombrados para dar paso a los jugadores que se elegirán por voto popular. De ese tamaño es el absurdo.
Alegando que debe adoptar los juicios orales en materia Civil y Familiar, el magistrado Rafael Guerra ha convertido ya al Poder Judicial de la CDMX en un polvorín. Solo en materia familiar hay 900 mil juicios en trámite y, para sacar adelante su proyecto, Guerra y su grupo han decretado el cierre de la mitad de los juzgados familiares tradicionales, para abrir juzgados de procedimiento oral. Los juzgados que se extinguen deberán entregar sus expedientes, y su carga de trabajo del procedimiento escrito, a la mitad que sobreviva.
Si ya existía saturación en los juzgados locales capitalinos, como ocurre con los del Estado de México, con los de Hidalgo y los de cualquier otra entidad federativa, ahora el panorama será imposible porque no habrá más personal para juzgados con el doble de juicios que atender. Ni trabajadores, ni jueces, que no saben cuál será su destino, ni abogados litigantes que no imaginan donde acabará su expediente, atinan a comprender qué busca Rafael Guerra.
La respuesta es tan sencilla como mundana: El magistrado Guerra se siente parte de la 4T y tiene la mira puesta en uno de los nueve lugares para ministros que integrarán el Pleno de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación. Guerra piensa, dicen sus cercanos, que “se la deben”. Así, buscando quedar bien con la presidenta electa, se lanzó a informar el inicio de vigencia del nuevo Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares, es decir, a ejecutar los cambios que esa nueva norma establece. Pero lo hizo sin tener la infraestructura necesaria para llevar los cambios a la realidad y hacer que la administración de justicia funcione, no adecuada, siquiera medianamente.
Es imposible que, con la mitad de los juzgados locales en materia civil y familiar, se dé tramite adecuadamente a los juicios que ya se procesan hoy, y que deben terminarse de acuerdo con las reglas de procedimiento escrito que estaban vigentes cuando se iniciaron.
Sin infraestructura y con la mitad del personal, ni siquiera con el apoyo de la Liga de la Justicia, el Tribunal de Rafael Guerra podría lograr la hazaña de atender el doble de juicios con la mitad de los juzgados. Lo que el magistrado presidente sí conseguirá en su afán de lucimiento para acceder a la Corte, es dejarle a Clara Brugada una administración de justicia no solo marcada por el rezago, también colapsada, con todo lo que eso implicará para la ciudad de México, y para todos los mexicanos que tienen algún litigio en los tribunales de la capital del país.
Tanto Clara Brugada como la presidenta Claudia Sheinbaum, tendrán que poner atención a esta crisis, derivada de los afanes protagónicos de Guerra, y de su aspiración de llegar a la Corte.
@EnvilaFisher