Izquierda moralista Vs izquierda materialista

Izquierda moralista Vs izquierda materialista

ALAMEDA

Redacción
Junio 24, 2025

Por: Dino Madrid

No basta con parecer bueno si no haces el bien

En el escenario de la política mexicana, cada vez se vuelve más clara una fractura que no siempre se quiere nombrar, pero que determina el rumbo de la transformación: la diferencia entre la izquierda que se enamora del discurso y la izquierda que se obsesiona con los resultados. A la primera yo la denomino “la izquierda de cartón”, la de las causas justas pero inofensivas. La otra es la de materialista, la que construye, la que transforma, la que incomoda porque hace.

La primera —la izquierda moralista— empuña la retórica como su principal arma. Tiene el lenguaje correcto, el tono empático, la indignación calibrada. Sabe hablar de justicia social, de inclusión, de memoria histórica. Promete mucho, levanta expectativas, abraza causas. Pero cuando hay que aterrizar esas promesas en políticas públicas y acciones, se enfrenta con una pared que no sabe escalar: el presupuesto, por ejemplo. Porque una cosa es decir que todo es urgente y justo, y otra muy distinta es hacerlo viable con recursos finitos.

Siempre he sostenido que no basta con prometer derechos si no se garantiza el cómo y el con qué. Prometer sin prever la sostenibilidad presupuestaria es vender humo con lenguaje progresista. Es alimentar la esperanza para luego traicionarla con excusas. La izquierda moralista se especializa en eso: ofrecer soluciones sin calcular costos, sin planear implementación, sin tocar privilegios. A veces, hasta sin gobernar, como si la transformación se pudiera subcontratar.

La izquierda materialista, en cambio, es igual de brillante en la oratoria, pero mucho más sólida en la acción, la diferencia es que no vive para dar discursos perfectos, sino para diseñar políticas eficaces. No teme hablar de números, de adecuaciones necesarias, de prioridades duras, entiende que uno de los principales obstaculos es el entramado jurídico neoliberal vigente; sabe que la justicia social también se construye con cuentas claras y decisiones difíciles. Su herramienta no es la retórica, es la eficacia. Su brújula no es el discurso fácil, sino el cambio material real en la vida de la gente.

Esta izquierda sabe que gobernar es elegir, y elegir implica renunciar. Que transformar es redistribuir, y redistribuir incomoda a los que siempre han tenido más. Por eso, mientras unos alzan la voz con indignación moral, otros bajan al territorio con proyectos, con obras, con programas que tienen impacto y permanencia.

En un México con millones que todavía cargan la injusticia en la espalda, no podemos darnos el lujo de una izquierda que sólo da discursos bonitos. Necesitamos una izquierda eficaz que garantice salud, defienda el salario y administre con responsabilidad fiscal. Porque sin sostenibilidad, las promesas se convierten en frustración. Y la frustración, tarde o temprano, se convierte en cinismo.

La historia no la cambian las buenas intenciones, sino las decisiones eficaces y sostenibles. No basta con denunciar la desigualdad si no se combate con recursos reales, con políticas serias, con voluntad firme. Porque como dijo el viejo Marx —y hay que recordarlo en voz alta— no se trata de interpretar el mundo, sino de transformarlo.

Hoy, más que nunca, toca elegir: ¿queremos una izquierda que sirva para la tribuna o una izquierda que sirva para el pueblo? ¿Una que conquiste likes o una que conquiste derechos? El reto está sobre la mesa. Y el tiempo, como siempre, corre del lado de quienes no pueden esperar.

mho