Ifigenia Martínez no es escenografía, es historia viva
Alameda
Por Dino Madrid
La llegada de la primera mujer a la presidencia de México representa un hito en nuestra historia. Sin embargo, la oposición política ha optado por una estrategia arcaica y torpe: los ataques peyorativos y denigrantes basados en su género. Lo que resulta aún más indignante es el uso de figuras históricas femeninas, como Ifigenia Martínez, para deslegitimar este proceso. Calificar su presencia en la toma de posesión de la presidenta como «escenografía» no solo es insultante, sino una muestra evidente del desprecio hacia las mujeres en el poder y hacia quienes han allanado el camino para ellas.
Estos ataques reflejan una crisis más profunda: el temor de los sectores conservadores a perder su control sobre el poder, un poder que ha sido históricamente masculino. Al usar términos y referencias despectivas, intentan reforzar la idea de que el liderazgo femenino es débil, artificial o simplemente decorativo. Pero lo que no logran entender es que, lejos de desanimar a las mujeres, estos ataques las fortalecen. La lucha por la equidad de género no va a retroceder; al contrario, con cada paso que una mujer da hacia el poder, la voz de todas las mujeres se amplifica.
Lo más triste de este contexto es cómo figuras de la categoría de Ifigenia Martínez, una mujer que ha dedicado su vida a la lucha por la democracia, la justicia social y la igualdad, son reducidas por la oposición a meros «elementos decorativos». Es un intento vil de desacreditar no sólo a la presidenta, sino a toda una generación de mujeres que han sido esenciales en la construcción del país. Este discurso no solo es misógino, sino profundamente ignorante de la relevancia histórica de estas mujeres en la vida política de México.
La ironía es que, mientras algunos tratan de invisibilizar a las mujeres en los puestos de poder, ellas siguen ganando espacios. No solo en la presidencia, sino en múltiples esferas de la vida pública. La presidencia de una mujer no es un capricho ni una casualidad, sino el resultado de décadas de lucha, esfuerzo y resistencia. Pretender que es una figura de «escenografía» es negar el impacto real y tangible que las mujeres están teniendo en la transformación de este país.
Estos ataques, por más despreciables que sean, solo demuestran una cosa: la oposición está desesperada. No tienen un proyecto político sólido para enfrentar este cambio, así que recurren a los viejos trucos: descalificaciones, insultos y el intento de reducir a las mujeres a meros adornos del poder. Pero esas tácticas ya no funcionan. México ha cambiado, y las mujeres, incluidas aquellas figuras históricas que intentan denigrar, están al frente de esa transformación.
La lucha por la igualdad ha sido una lucha larga y difícil, pero hoy está más viva que nunca. La presencia de una mujer en la presidencia es solo el principio de un cambio mucho más grande, donde las mujeres no solo participarán en la vida pública, sino que la definirán. Y eso es precisamente lo que tanto incomoda a quienes no quieren ver que el poder ya no es un club exclusivo para los hombres.
Al momento de que este texto vea la luz, la histórica Ifigenia Martínez ya habrá partido a otro plano, pero no antes sin haber presenciado de primera mano, la llegada de la primera mujer presidenta de este país.