Humor y amor lésbico

La reinita pop no ha muerto, de Criseida Santos Guevara, resalta el lesbianismo en un territorio precario como la frontera de México y Estados Unidos

Criseida Santos Guevara crea La reinita pop no ha muerto (Literatura Random House), historia de vivencias crudas aderezadas con luces neón y humor negro, pero que en esencia resalta el lesbianismo en un territorio precario.

La novela se centra en la vida de Lupe, una mujer de Monterrey, regia que sueña con ser la mejor rapera de México, pero la realidad le da sus sacudidas para que aterrice en la normalidad. 

La reinita pop no ha muerto es fronteriza, muy norteña, tanto que las situaciones se ubican en Monterrey y Estados Unidos. 

Foto: Especial

Lo importante para Santos Guevara es romper con esa literatura que llama de posturas, para aquel lector que no sigue las reglas. 

“El lector ideal es uno que ya ha llegado a desconfiar de la veracidad de la literatura o de las posturas sociopolíticas, me refiero a la heterosexualidad o al sistema económico, que no están a profundidad, pero sí están dibujadas en la novela. 

“Un libro como este le puede interesar a un lector que no sigue las reglas de la ficción. No es una autobiografía ni una novela que se clave mucho en llorar porque le va mal en la vida amorosa; al contrario, decide parodiar y reírse, analizar desde otro punto de vista este colapso de las estructuras. Va al hueco intergeneracional, o sea, los que no se quedaron tan convencidos del paradigma y los que apenas están viendo de qué se trata este cotorreo”. 

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La reinita pop no ha muerto es Lupe, una lesbiana que vive entre Houston y Monterrey buscando siempre un salario digno, como cualquier mexicano, y en uno de esos viajes conoce a Inés, inmigrante chilena, obsesionada con el arte hispánico.

Inés le da trabajo a la protagonista en Houston y Lupe se convierte en una cantante de rap, sin embargo, ve frustrado su sueño tras quedar inmiscuida en un escándalo por el robo de una canción de Eminem. 

“Inés tiene una relación con una chica que está casada, pero no se sabe si hay un acuerdo con la pareja. Eso no es infidelidad, no es estar por fuera de las relaciones. Los personajes y la novela están en eso. 

“La manera en que está escrita es esa ruptura de lo tradicional, que no creo que sea muy reciente. Todavía hay espacio para seguir haciendo obras que subrayen estas rupturas de las estructuras sociales, literarias, sexuales y políticas”. 

En su ir y venir buscando la “chuleta”, Lupe se empecina en escribir la novela lésbica mexicana que, desde su visión, sea considerada lo que el mundo espera, y ella como una machorra closetera, proveniente de un territorio precarizado, pero rico en cultura rompa los estereotipos del “intelectual” latino. 

“Esta narración apunta a la frontera, no en el sentido de Estados Unidos-México y cruzar, sino a las otras: sexual, identidad, cultural e incluso a lo que sea arte mayor y arte menor, porque la personaje se apoya por completo en el pop y su mánager va al Show de Cristina y lo explica con el cuento Pierre Menard, autor del Quijote, de Jorge Luis Borges. 

“Incluyo revisiones de los registros y en el sentido de qué línea se cruza o qué frontera se está empujando. Ese es el ánimo y por eso no está tan bien dibujado quién es quién y cómo es qué, porque además Inés tiene menos idea de quién es y qué quiere. Guadalupe tendrá un poco más de idea o, más bien, está cuestionando más”, relata. 

La reinita pop no ha muerto ganó el Premio de Literatura Breve en 2013, cuando su autora se encontraba cursando un taller de escritura bilingüe en la Universidad de Texas. 

Mientras se recorren las páginas del libro, se adentran en un viaje alucinante entre la música y las locuras de una joven extrovertida. Rescata la fuerza, el carácter y las agallas de Lupe y retrata la vida de decadencia de forma burlesca. 

“Lupe es fuerte, tiene agallas pese a todo lo negativo que ha escuchado de los demás o a su vergonzosa decepción amorosa; pero ella no sabe guardar nada para sí misma y surge su necesidad por documentar su declive en picada, desde la fama hasta su puesto como operadora en un call center, el amor no correspondido y el soporte que encontró en la música pop”. 

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Criseida Santos Guevara hace referencia a pasajes escandalosos y una serie de temas musicales que contextualizan la historia de Lupe. 

La autora sitúa la temporalidad de esta obra durante la guerra en contra del narcotráfico promovida por el expresidente Felipe Calderón, al contextualizar una situación política, también se convierte en un vistazo al panorama de aquellos años en una sociedad que negaba la diversidad sexual al contrario de cómo se llevaban estos temas en el centro del país y visibiliza los problemas que se vienen arrastrando hasta el momento. 

“Es una historia que recicla las características de los relatos heteronormativos, mediante una prosa experimental y diversos momentos de escepticismo: Lupe no logra escribir Monterrey con M de Machorra, no se convierte en la leyenda del rap y mucho menos en Pérez Reverte, es una trama inconclusa que parodia los códigos de éxitos literarios, con finales concluidos. 

“No es un ejercicio del realismo lésbico feminista, carece de construcciones conceptuales y el uso de teorías sofisticadas, pero se aleja de los relatos del pasado y la alta cultura para encontrar en Lupe una dosis de diversión realista”, explica la autora. 

Foto: Especial

Criseida Santos remarca que La reinita pop no ha muerto no es una reflexión de profundos pensamientos, es solo la voz de Lupe o de cualquier lesbiana, haciendo lo que mejor sabe hacer, hablar de ella, en este caso en referencias pop, desde la conquista de los derechos LGBT+ y, sobre todo, cambiar los estigmas que se tienen sobre la ciudad que ama la carnita asada, es decir, Monterrey. 

“Tenemos el nuevo Nuevo León. Hay mucha revisión de cómo nos autorreferenciamos, pero creo que está atravesada por una cuestión de clase y poder adquisitivo o aspiracionismo. 

“El regiomontano es un estereotipo de un ciudadano de principios del siglo XX y el regio, en todo caso, estaría más al borde de la globalización a la que quisiera pertenecer, al primer mundo; los alcances de la ciudad nos hacían pensar que podíamos estar en esa capacidad. 

“Las crisis económicas de México y del mundo nos han demostrado que ser ese regio solamente lo va a lograr la clase empresarial. El resto vamos a tener una especie de aspiración a serlo. Por ahí va la cuestión, de estar revisando cómo nos referimos a nosotros mismos”. 

«Todavía hay espacio para seguir haciendo obras que subrayen estas rupturas de las estructuras sociales, literarias, sexuales y políticas»

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