Fallece David Huerta, el poeta hecho de poetas

“Un poeta está hecho, en buena medida, por los poetas que lo precedieron. Soy resultado de una porción significativa de la poesía en lengua española”, fueron las palabras de David Huerta que lo describió tras ganar el premio FIL de Literatura en Lenguas Romance 2019 y que retumbarán en la eternidad tras su fallecimiento a los 72 años.

La noticia de la muerte de quien viera al mundo como una mancha en el espejo y en donde todo cabía en la bolsa del día fue dada a conocer por su esposa, la escritora Verónica Murguía.

El traductor, maestro y columnista nació en la Ciudad de México el 8 de octubre de 1949, fue hijo del poeta Efraín Huerta, quien fuera llamado “El Gran Cocodrilo” y de la maestra Mireya Bravo. Estudió filosofía, letras inglesas y españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

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En entrevista, Huerta reconoció que su poesía estaba entre la tradición y la vanguardia que no deja de lado la política y así lo demostró al escribir en 2014, poco después de la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos, el poema: “Ayotzinapa”.

Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulce vísceras.
Los muertos tienen manos
Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable.
Este es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó.
Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes.

El texto se viralizó por las redes, cruzó fronteras y se tradujo a más de 20 idiomas hasta convertirse en uno de los símbolos de las protestas.

El hombre que se describió también con la mirada curiosa, amante de la palabra y el pensamiento fue miembro del Sistema Nacional de Creadores; Becario de la Fundación Guggenheim en 1978, y del FONCA en 1989.

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Varios de sus libros son considerados como grandes obras de la poesía mexicana, entre ellos se encuentran: Cuaderno de noviembre (Era, 1976), Huellas del civilizado (1977), Versión (1978; Era, 2005, Premio Xavier Villaurrutia), Incurable (Era, 1987), Historia (1990, Premio Carlos Pellicer), Los objetos están más cerca de lo que aparentan (1990), La sombra de los perros (1996), La música de lo que pasa (1997), El azul en la flama (Era, 2002), La calle blanca (Era, 2006), El ovillo y la brisa (Era, 2018), El cristal en la playa (Era, 2019).

Fue redactor y editor de la “Enciclopedia de México”; director de la colección de libros Biblioteca del Estudiante Universitario; coordinador de talleres literarios en la Casa del Lago de la UNAM, del INBA y del ISSSTE.

Impartió cursos en la Fundación Octavio Paz y la Fundación para las Letras Mexicanas. Fue secretario de redacción de “La Gaceta del FCE”, miembro del consejo editorial de “Letras Libres” y director del “Periódico de Poesía”. Colaborador de EL UNIVERSAL, “Diorama de la Cultura”, “Nexos” y “Proceso”, entre otras publicaciones.

Huerta, tuvo varios reconocimientos a través de su trayectoria en el mundo de las letras, En 1998 los estudiantes de la Preparatoria Popular le otorgaron la medalla “Mártires de Tlatelolco”. Recibió el Premio Xavier Villaurrutia 2005 por Versión.

Además, ganó el Premio Iberoamericano de Poesía para Obra Publicada Carlos Pellicer 2009 por Historia. En 2015 le fue entregado el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura,
Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2018, otorgado por la UADY, UC Mexicanistas y la FILEY. Premio de Literatura en Lenguas Romances 2019, otorgado por la FIL Guadalajara, entre otros.

Tras ganar en la FIL, David recordó su infancia rodeada de poetas, pintores y artistas variopintos que visitaban el hogar de sus padres, principalmente al jefe de familia, ahí vio pasar y hasta jugar con Nicolás Guillén, David Siqueiros, Alí Chumacero y hasta José Emilio Pacheco de quien recuerdó que lo llevaba a comer helados al parque.

A pocos días de cumplir un año más, David Huerta dejó de existir.

Por Alejandro Baillet y Alan Luna

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