EL PRESIDENTE ECHEVERRÍA EN HIDALGO
DESDE LO REGIONAL
El deceso del presidente Luis Echeverría, cuarenta y seis años después de concluido su mandato, atrajo a la conversación una figura presente desde entonces en la vida nacional, las más de las veces cuestionando su responsabilidad política, incluida la previa al sexenio 1970-1976 encabezado por él.
Fue el momento más álgido durante su larga condición de ex presidente, cuando se le sometió al proceso penal por el cual estuvo privado de su libertad con detención domiciliario por su edad, primer caso de un antiguo titular del Ejecutivo federal frente a los tribunales, acusado de delitos declarados finalmente sin pruebas, por la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La sentencia del máximo tribunal no anuló la condenatoria de amplios sectores de la opinión pública. Las reacciones a la noticia fúnebre así lo muestran, no obstante la escasa objetividad y breve permanencia sobre todo en las redes sociales. En contraste hubo voces ecuánimes, demostrativas, con hechos históricos citados, de una gestión gubernamental y un ejercicio político con balance de claros y oscuros. Falta mucho por investigar lo acontecido en ese tramo de nuestra historia reciente.
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Importante es un mirador desde dos planos para observar la circunstancia nacional, incluida la política exterior, y otro la regional en cada una de las treinta y dos entidades del país. Por cierto Baja California Sur y Quintana Roo sumadas entonces como estados al Pacto Federal. Obvio, el saldo no será homogéneo, como diferenciada fue la voluntad del presidente Echeverría en cada región.
En el caso del estado de Hidalgo es historia pendiente. Es necesario documentarla y escribirla. Incluye personajes e instituciones como seguramente no ocurrió en otros o, cuando menos, fueron diferentes las repercusiones. La mayoría de protagonistas, nacionales y locales, han desaparecido; pero queda un buen número cuyos testimonios son imprescindibles para acercarse a una verdad: el viraje en nuestra ruta histórica, quizá el más pronunciado después de la Revolución y hasta antes de la inminente alternancia.
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Luis Echeverría quedará en nuestra historia regional señalado con dos actitudes notoriamente visibles y al final contradictorias. La inversión pública de su gobierno, con sentido federalista, fue de gran impacto en todo el territorio estatal. Lo demuestran la carretera Pachuca-Huejutla-Tampico, la refinería y la termoeléctrica en Tula, las nuevas instalaciones para la Universidad Autónoma de Hidalgo y la Escuela Normal Benito Juárez, la apertura del Tecnológico Regional 20, el Hospital General, las clínicas del Seguro Social y del ISSSTE, y la construcción de las primeras unidades habitacionales del INFONAVIT, en Pachuca. El depósito, también en la capital, del Fondo Casasola, cimiente de la Fototeca Nacional, y la contratación en las empresas del combinado industrial de Ciudad Sahagún a los exiliados chilenos.
El saldo más cuestionable es la desaparición de poderes en 1975, flagrante violación al federalismo mediante amañada interpretación de las facultades constitucionales del Senado, cisma propiciado para cerrar el ciclo liderado por el gobernador Manuel Sánchez Vite, e inaugurar otro con nueva clase política forjada por el gobernador Jorge Rojo Lugo. Fue la manifestación más acabada del presidencialismo mexicano ejercido a plenitud, por cierto con otro sello particular del presidente Echeverría: la inclusión en la terna para gobernador provisional de una mujer.