¿Eficiencia o eficacia?
Alameda
Por Dino Madrid
La participación ciudadana efectiva es la piedra angular de cualquier transformación social. No se trata solo de cumplir con el deber cívico en momentos clave, sino de asumir un rol activo y constante en la toma de decisiones que afectan el rumbo de nuestras comunidades y del país. La democracia real no se limita a la eficiencia administrativa o al cumplimiento técnico de objetivos; su esencia radica en que las soluciones y políticas públicas respondan a las verdaderas necesidades del pueblo, en un proceso incluyente, deliberado y continuo.
El sistema que buscamos construir exige más que una participación aislada o superficial. Queremos una ciudadanía que no solo observe, sino que se apropie de los procesos, que cuestione, que debata y que proponga. Esto es lo que distingue a la participación efectiva de una mera ejecución eficiente de políticas. La eficacia, por otro lado, implica un resultado concreto que beneficie a la mayoría, garantizando que las decisiones no sean el producto de imposiciones tecnocráticas, sino de una construcción colectiva y consciente.
Sabemos que en muchos espacios se promueve la eficiencia, pero pocas veces se garantiza que esa eficiencia esté al servicio de los intereses populares. La participación efectiva, al contrario, no se conforma con procedimientos rápidos o decisiones unilaterales y muchas veces simulados, sino que prioriza la justicia social, el bienestar común y la inclusión de todas las voces, especialmente las de aquellos sectores históricamente marginados.
Por eso, es fundamental que cada uno de nosotros asuma la responsabilidad de involucrarse de manera permanente y consciente en la construcción de una sociedad más equitativa. No podemos permitir que la eficacia del pueblo organizado quede en segundo plano frente a la mera eficiencia de un sistema que se mueve por intereses ajenos a la mayoría. Solo con una participación ciudadana auténtica, donde cada voz tenga el poder de influir, podemos garantizar un futuro en el que las decisiones no se tomen a puerta cerrada, sino en el espacio público, abierto y democrático.
La transformación de la vida pública se construye día a día, en cada asamblea, en cada foro, en cada espacio de deliberación popular.