Casi extinto

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Garlito

Por lo menos había uno, sino que más, en cada barrio y colonia, estos hábiles maestros componían algún desperfecto, en cuestión de minutos podría arreglarse o de plano tendría que esperar unos días para su compostura; pequeñas imperfecciones o ajustes necesarios, tratamiento general para volver a dar vida, en tanto se tuvieran recursos para comprar otros; los zapatos aditamento exclusivamente humano, hace no muchos años tenían expertos reparadores.

Foto: Carlos Sevilla

Horma

Era muy común por increíble que parezca, los zapatos nuevos en ocasiones, apretaban o causaban alguna molestia al pie, era necesario que fueran tratados para ser útiles, pues no había ni hay peor tormento que aprieten los zapatos; las lesiones que provocaban podrían ser nefastas, desde una leve laceración en el dedo pequeño, fricción en el empeine que provoca otro malestar y en el talón, si la medida no era la justa, era tal el sufrimiento y dolor que provocaba la creación de ampollas, si se rompía una de ellas, el martirio era infinito y el niño generalmente, prefería quitárselos y descalzo volver de la escuela.

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Los materiales con los cuales se fabricaba el calzado y las tallas que por aquel entonces eran engañosas, provocaban estas molestias particularmente en la población infantil, que sufría las consecuencias de una industria zapatera mexicana próspera, los zapatos de México siempre han sido considerados de los mejores del mundo, niñas y niños con los pies dolidos y lastimados, tenían que domar sus zapatos nuevos, común era entonces acudir al zapatero, generalmente un pequeño local con un peculiar olor y un personaje que clavaba tachuelas, pegaba cuero y piel con un líquido espeso amarillo, navaja en mano hacía cortes perfectos para remiendos, zapatero remendón, héroe anónimo que formó parte de una manera de vivir que hoy no es igual y se extingue en la industrialización.

Foto: Carlos Sevilla

Taller de reparación de calzado, el maestro zapatero remendón, no es quien en realidad los fabricaba sino más bien daba mantenimiento y arreglos al calzado, que por aquel entonces tenían más vida que los actuales y sus materiales requerían de ser renovados, las suelas se cambiaban, las tapas de los tacones se removían, se pegaba alguna abertura, se lustraba a la perfección y el par de zapatos eran renovados para el resto del año escolar, las mujeres eran grandes clientes del zapatero remendón, más aún si usaban zapatillas de aguja, o con muchos adornos; casi extinto este oficio fue muy popular en Pachuca por muchos años, no confundirlo con los fabricantes de zapato ortopédico ni con los zapateros mecanizados que hay, fue un oficio humilde para una clientela igual de humilde, sin embargo tradición y raíces de un pasado no muy lejano.

Lustre

En la actualidad esa práctica y molestias no existen, ahora es muy común que ningún zapato apriete, las tallas y medidas están homologadas y los materiales sintéticos permiten la adaptación exacta del pie con el zapato; oficio que se heredaba, como todo buen oficio, de padres a hijos, trabajo artesanal pues algunos de ellos en sus pequeños talleres, fabricaban zapatos para clientes especiales, únicos irrepetibles, el zapatero remendón, era personaje de barrio, popular, tradición que se termina pues hoy día los zapatos no se mandan arreglar, las suelas y tapas son de una pieza sintética y el reinado de los tenis se prevé muy largo; zapatero a tus zapatos, pocos son quienes cuidan el calzado como se hacía antaño, la proliferación de marcas y estilos convierten al zapato en un artículo desechable, zapatero remendón casi extinto aún los podemos encontrar perdidos en la modernidad.

Foto: Carlos Sevilla

Quienes se dedican en forma a la estética del calzado y aún están vigentes y fue parte del negocio, digamos socio del zapatero remendón, es el lustrador de zapatos, el bolero, otro humilde oficio del cuidado de los zapatos que con crema, cera, cepillo y un trapo, devuelven la vida un poco al calzado agotado que recibe su maquillaje para continuar su sufrida vida de ser el protector de los pies humanos.

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Rolando García

Pachuqueño, periodista guionista, registrando la historia cotidiana de todos los días
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