Café de Hidalgo pasa desapercibido, se vende como poblano o veracruzano

Reactivar la producción es el sueño de los cafeticultores de la Otomí-Tepehua

Productores de la Sierra Otomí-Tepehua confían en que el café hidalguense vuelva a recuperar el lugar que tenía en el país, pues es una actividad “de familia, que nuestros padres nos heredaron y ahora queremos dejar a nuestros hijos”, señalan quienes, a pesar de las plagas y los precios bajos, buscan recuperar el grano de calidad. 

En entrevista, el matrimonio de Celia Márquez y Benigno Huerta, quienes cultivan café, cacahuate y lima, explican que este es un trabajo arduo y el clima es un factor determinante en que puedan tener una cosecha o perderla, aunado al precio que se establece en el mercado, pues a pesar de que a diario se consume, se compra a muy bajo costo.

Para el agricultor Emelio Huerta, de la región Laguna (Tenango de Doria), el hecho de que la cosecha es llevada a bodegas de Puebla o Veracruz y al mejor grano no se le etiqueta como de origen hidalguense sino como de otras entidades, genera que la presencia del café hidalguense se pierda y no se reconozca su calidad.  

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A un lado de su padre, comenta que toda su vida ha sembrado cafetos y a su padre se la heredaron igual, por lo que quieren reactivar la producción y para ello requieren de herramientas y tecnificación para mejorar la calidad y mantener un sabor exclusivo.  

Cuenta que moler en un solo día 8 kilos a mano es muy pesado, pero se podrían tener molinos especiales para agilizar la actividad. 

Originarios de El Dexhuadá, localidad perteneciente a Tenango de Doria, Celia y Benigno explican que para salir a la cabecera municipal son alrededor de dos horas desde su comunidad, pero cada fin de semana acuden a la plaza municipal para vender el café tostado en comal y molido a mano, su propia producción de principio a fin.  

“Sembrar café no es complicado, pero es mucho trabajo porque depende del terreno y los cuidados ante las plagas, pero en dos años una planta ya da frutos”, cuenta Benigno, quien desde los 5 años lo cultiva. Mientras que Celia detalla que ella tuesta el grano (ya limpio y seco) en comal para después molerlo a mano. 

“Es cansado, y traerlo, pero todos los domingos lo traemos a vender a la plaza. Todo lo vendo, ya lo conocen porque traemos un sabor muy bueno, de calidad”.  

Con una sonrisa, Benigno describe que su producción de café cereza (maduro) le dio 7 toneladas, que se traduce en una tonelada y media cuando ya está tostado y molido, pero han optado por venderlo ya procesado, pues de otra manera el costo sería muy bajo; así el kilo cuesta 160 pesos, pero se vende en bolsitas de un cuarto por 40 pesos. 

Sin embargo, confirman que un sueño es que el café pueda producirse y venderse como en la década de 1980, cuando la región era una de las más conocidas por su calidad. Para esto se han sumado en la Unión CDR (Casiu-Dexhuadá-Reforma), que son localidades enfocadas en este cultivo.  

Por su colindancia con Puebla el café de la zona es vendido como poblano, aunque es de manufactura hidalguense y esto puede ocurrir con los acaparadores provenientes de Veracruz, que al ser sumado en bodegas no es identificado como local.   

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Tradición familiar

Fidencio Gregorio, originario de la localidad de San Antonio, municipio de Huehuetla, explica que volver a sembrar café en la zona Otomí-Tepehua es una oportunidad de seguir con la tradición de su familia, también con la caña de azúcar, pero al iniciar con la siembra de jengibre su idea es producir un refresco con estos sabores. 

Entusiasta y con gran claridad en las cifras, expresa que la principal problemática que enfrentan es la falta de mercado, pues con la pandemia el jengibre no se logró comercializar como se esperaba y algunos agricultores, ante la pérdida, decidieron mejor migrar.  

Además, el café es muy sensible a las plagas y al cambio de clima, por ello, se está cambiando el tipo de planta, pero este grano al ser más resistente tiene más gabazo por desechar y por cada costa de 40 kilos, solo una cuarta parte es grano limpio.  

Inscritos en el programa federal de Sembrando Vida, las y los cafeticultores tienen confianza en que el café pueda mejorar las condiciones de las familias, pues además de tener planta, hay que generar el mercado y poder vender ya no con bajos precios, sino de manera directa para evitar el intermediarismo y generar infraestructura, pues el procesamiento sería menos cansado y alcanzarían una alta calidad.  

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