Adiós a la ‘Casa de los privilegios’

Alameda

Quienes le dimos la confianza a este nuevo gobierno teníamos claro que una de las premisas era el acabar con los privilegios a costa del erario público; uno de los pendientes era la ‘Casa de gobierno’, recinto que representaba y albergaba la ignominia del viejo régimen.

«La “Casa de Gobierno” representaba un gasto de mantenimiento costoso e innecesario; su demolición marca un hecho histórico que garantiza el uso correcto de los recursos para beneficiar al pueblo.», posteaba el Gobernador Julio Menchaca en sus redes sociales.

Al respecto hubo todo tipo de comentarios, en esta ocasión me voy a centrar en los que preguntaban que si no era mejor dejar en pie el recinto y destinarlo a otro uso que demolerle.

Bien, la demolición se presentó como la alternativa más viable en esta situación, ya que desde una perspectiva netamente estructural, la ‘Casa de gobierno’ carecía de funcionalidad para cualquier tipo de espacio de carácter público; no hay que ser un brillante especialista en temas estructurales para darse cuenta de ello.

Dicho lo anterior, alejémonos de la definición técnica y abordemos el hecho como lo que es, una acción cargada de un fuerte simbolismo político.

En la práctica política como en la vida misma los símbolos juegan un papel determinante a la hora en que los actores crean relaciones y condiciones favorables en el contexto de la pugna continua del ejercicio del poder, factores no solo entendidos por quienes compiten sino por el contexto social.

En ese sentido, los discursos que vemos, leemos y escuchamos del Gobernador Julio Menchaca, están repletos de simbolismos políticos aparejados de importantes acciones en una administración que está a unos cuántos días de cumplir un año y que ya muestra un estilo diferente de gobernar.

Estamos ante un gobierno que usa los simbolismos no para quedar como un ‘gobierno simbólico’ sino para mantener los espacios de legitimidad y fortalecer sus acciones en el relato político.

Recuerden que al final, la Política, el Derecho y la Psicología son campos que confluyen en la dimensión de lo simbólico.

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