Racismo, machismo y rechazo, son temas que se confrontan

Grietas en el techo… rendijas de luz es un espejo para quien se atreva a mirar

Ver la verdad familiar no hace daño, maquillarla o ignorarla sí: María Veloz

Rosa María Veloz convierte su historia familiar en un espejo sanador en Grietas en el techo… rendijas de luz. Escribir también es curar.

Angélica Ruiz
Julio 28, 2025

Contar su historia e indagar en otras ha sido siempre el territorio natural de Rosa María Veloz Félix. Como psicoanalista, ha dedicado años a comprender el dolor ajeno, partiendo del propio.

Ahora, en su segundo libro autobiográfico, Grietas en el techo… rendijas de luz (Página 6) esa búsqueda se transforma en escritura: una herramienta de sanación y, a la vez, un espejo para quien se atreva a mirar.

En una charla con este diario, se le pregunta a Rosa María ¿Por qué leerla?

“Porque creo que está muy bien contar la historia. Las historias personales, las historias de vida, son jugosas, interesantes y nos iluminan sobre las profundidades que existen en las familias.

“Esta es una familia muy típica mexicana, en donde hubo de todo: cosas hermosas y también cosas difíciles. Creo que todas las vidas son eso: collages de experiencias que nos dan un sentido de existir. Vale la pena revisarlo, descifrar lo que resulta enigmático”.

Con la mirada de la niña que fue y la adulta que es hoy, Rosa María se atreve a revisitar su pasado para comprenderlo y resignificarlo. Su pluma revive recuerdos, silencios familiares, y temas tan universales como el racismo interno, el machismo, el rechazo y la contradicción afectiva. Todo ello, reconoce, tuvo un eco directo en su elección profesional.

“La infancia que tuve y los conflictos que se verán en el libro fueron un estímulo para estudiar psicología. Quería entender lo que pasaba en mi familia, descifrar las locuras de mi padre, de mi madre. Estudié psicología y luego psicoanálisis, y me he dedicado a practicar, pero también descubrí que el arte, la literatura y la música son otras herramientas maravillosas de autoconocimiento”.

Para Rosa María, escribir no es solo contar: es curar. “Definitivamente escribir no solo es un placer, es algo lúdico, sino también profundamente liberador. Vale la pena intentarlo siempre”.

Su relato transita por temas comunes que, paradójicamente, suelen ocultarse: el peso de la figura paterna, las cicatrices de la infancia y la importancia de mirarlas con objetividad.

“Tanto el padre como la madre tienen roles centrales en nuestra vida. Nos forman y también nos afectan, porque ellos mismos cargan historias heredadas de generaciones anteriores”, reflexiona.

En el proceso de escritura, Rosa María dice haber encontrado algo inesperado: la posibilidad de reírse de lo que antes dolía.

“Ahora puedo contar esas cosas sin que me duelan. Me divierten. En otro tiempo fueron trágicas, pero ahora pueden ser jocosas. Creo que hay mucho alivio gracias a escribir”.

Su intención, más allá de narrarse a sí misma, es invitar al lector a verse con honestidad, sin miedo a lo incómodo:

“Me gustaría que mi libro fuera fuente de inspiración para que alguien se atreviera a escribir lo propio. Ver la verdad de la familia no hace daño; maquillarla o ignorarla, sí”.

Duranguense de nacimiento, radicada en Guadalajara desde hace más de 50 años, Rosa María ha explorado diversas formas de expresión: grabado, pintura, fotografía. Hoy, la escritura es el espacio donde converge su curiosidad vital.

“Creo que todos tenemos muchos talentos y deberíamos darnos permiso de explorarlos. Estos libros son ese permiso que me he dado para contar historias”.

Grietas en el techo… rendijas de luz estará disponible en físico y formato digital, y se presentará este año en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, además de una próxima fecha en la Ciudad de México.

Como mensaje final, Rosa María extiende una invitación a todos, especialmente a los jóvenes:

“Sería buen consejo atreverse a curar la infancia. Comprender al niño o niña que fuimos permite recuperar el gusto por la vida. Todos tenemos derecho a vivir mejor y a no perder nunca el gozo de vivir”, concluye la autora.

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