Seudónimos toponímicos (I de II)

Seudónimos toponímicos (I de II)

Tuxcacuesco y Comala existen en la geografía nacional y aparecen en los mapas como cabeceras municipales. Ambos poblados se ubican por el mismo rumbo, el occidente del país, uno en Jalisco, el otro en el estado de Colima.

Enrique Rivas Paniagua
Marzo 2, 2025

“Vine a Tuxcacuesco porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”. Así rezaba el íncipit de la versión original (llamémosla el borrador, porque primero se publicó como cuento breve) de la famosa novela de Juan Rulfo. En Tuxcacuesco, pues, no en Comala, se situaron los acontecimientos, de modo que el autor bien pudo haber cerrado la historia con el mismo topónimo inicial. ¿Cómo se habría leído, en tal caso, esta otra redacción hipotética del éxplicit: “Dio un golpe seco contra la tierra de Tuxcacuesco y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”?

(Mejor que no lo escribió así, porque le habría restado fuerza expresiva a la última frase de su libro, igual de impactante que la de entrada. Y es que, entre otras virtudes, el estilo rulfiano tiene la musicalidad de las canciones campesinas, el ritmo machacante de los viejos romances ibéricos, la melodía envolvente de nuestros corridos o tragedias. Y a Tuxcacuesco, como nombre, le falta el toque “cantable” que sí tiene el de Comala. Y a éste se aúna otra ventaja: no sólo es más corto —apenas tres sílabas— sino más fácil de pronunciar, sobre todo por el público extranjero no habituado a la garigoleada toponimia mexicana.)

Tuxcacuesco y Comala existen en la geografía nacional y aparecen en los mapas como cabeceras municipales. Ambos poblados se ubican por el mismo rumbo, el occidente del país, uno en Jalisco, el otro en el estado de Colima. Se asemejan en su pequeñez, sus costumbres, sus ideologías (aquellas que también otro grande de nuestras letras, el tapatío Agustín Yáñez, reflejó en Al filo del agua, Las tierras flacas, La tierra pródiga, Los sentidos al aire). Difieren, sin embargo, en su arquitectura vernácula: mejor preservada en la turística Comala que en el arrinconado Tuxcacuesco. Igual difieren en su clima y paisaje circundante: húmedo y tropical en el pueblo colimota, semiseco y templado de altura en el jalisciense.

En este sentido, sin duda, el pueblo de la novela Pedro Páramo se acercaría menos al de Colima que al de Jalisco. ¿Por qué entonces, un cambio tan drástico de topónimo, más allá de los beneficios estilísticos que antes señalé? Me habría gustado inquirirle esto a Rulfo si hubiera yo tenido alguna vez el privilegio de entrevistarlo, a sabiendas de que él conocía muy bien, de primera mano, numerosos pueblos de su región natal. Supongo que lo sorprendería, porque seguramente ningún entrevistador se interesó jamás en plantearle dicha pregunta en vez de la estereotipada de por qué escribió nada más dos obras que, para colmo de bienes, son maestras.

(En fin, ya se lo cuestionaré a Rulfo cuando coincidamos, como coincidieron los tales Juan Preciado y Abundio Martínez, en el trayecto final al sitio donde algún día volveremos todos los hijos del tal Pedro Páramo. Justo ahí, antes de llegar al mentado Tuxcacuesco-Comala, donde penan los espíritus de las tales Eduviges Dyada, Damiana Cisneros y Susana San Juan.)

En resumidas cuentas, creo que Rulfo echó mano de un recurso poco usual (recurso al que, por cierto, ningún estudio académico le ha prestado todavía atención, o al menos yo no he hallado bibliografía al respecto): el empleo de seudónimos toponímicos en Literatura. Estoy convencido de que el Comala rulfiano no estuvo inspirado en el pueblo real de Comala, tampoco en el de Tuxcacuesco, y ni siquiera se trataba de una síntesis de ambos. Es, repito, un seudónimo toponímico, tan hechizante y seductor como ideal, que la creatividad de Rulfo supo convertir en todo un personaje de novela.