¿Ser traidor es una virtud o un defecto?
El Surtidor
“El traidor de los unos es el héroe de los otros”, dice Avishai Margalit. La traición es también un concepto ambivalente. ¿Se traiciona por conveniencia o por sobrevivencia? ¿Se traiciona por deporte o por vicio? ¿Es una virtud o un defecto? ¿A caso es más honesto el que traiciona que quien entierra sus intereses por ser fiel a una ideología, aún cuando ésta ya ha sido perdida?
La globalización en que vivimos ha fundado su iglesia en la piedra angular de la confianza entre desconocidos. Sabemos, o eso pensamos que, lo que da sentido a nuestras vidas es el sentimiento de pertenencia a ciertos grupos, a ciertos gremios, a unas cuantas redes de personas quienes requieren un grado de compromiso y de solidaridad que nos obliga a posicionarnos con unos y otros. Nuestra personalidad se ciñe a la capacidad de adaptación que desarrollamos. Somos los camaleones del siglo XXI.
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Para Fernando Buen Abad Domínguez, “no todo engaño es, necesariamente, una «traición» ni todo cambio de opinión es, por sí mismo, un acto de «traición»”. Es decir, podemos tener tantas opiniones como lealtades. O tantas afinidades como intereses. Lo que es hoy un bien mañana podría dejar de serlo, y por consecuencia, dejaría de representar nuestras afecciones.
Históricamente, el modelo occidental en el que hemos crecido, así como la herencia judeocristiana, nos han dejado la impronta de que la traición no está bien vista, pero sin embargo es, está y estará ahí para determinar nuestras enseñanzas y por ende nuestro comportamiento. Judas, Pedro, la Malinche y una larga lista de personajes -célebres y no tanto- cubren con sus letras el empedrado bosque genealógico de la humanidad.
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En su ensayo, “Los Hijos de la Malinche”, Octavio Paz decía que “La desconfianza, el disimulo, la reserva cortés que cierra el paso al extraño, la ironía, todas, en fin, las oscilaciones psíquicas con que al eludir la mirada ajena nos eludimos a nosotros mismos, son rasgos de gente dominada, que teme y finge frente al señor. Es revelador que nuestra intimidad jamás aflore de manera natural, sin el acicate de la fiesta, el alcohol o la muerte. Esclavos, siervos y razas sometidas se presentan siempre recubiertos por una máscara, sonriente o adusta. Y únicamente a solas, en los grandes momentos, se atreven a manifestarse tal como son. Todas sus relaciones están envenenadas por el miedo y el recelo. Miedo al señor, recelo ante sus iguales. Cada uno observa al otro, porque cada compañero puede ser también un traidor. Para salir de sí mismo el siervo necesita saltar barreras, embriagarse, olvidar su condición. Vivir a solas, sin testigos. Solamente en la soledad se atreve a ser”.
Entonces, el fruto no cae tan lejos del árbol, nuestro carácter se vuelve producto de las circunstancias sociales imperantes que nos envuelven. Sin desearlo, guardamos la única fidelidad a los intereses personales, y estos al cambiar, permanecen en constante movimiento. Un ejemplo tácito de ello se encuentra en las alianzas y los candidatos que habrán de buscar las gubernaturas en las elecciones de seis entidades de México en este 2022. Y más ejemplos se están dando cada día y seguirán, siempre.
Yo creo que la traición puede no existir, en cambio el replanteamiento de intereses, si.