Respeto… Y un golpe que cambió la historia

PARA QUE QUEDE CLARO

Sin los reflectores que hacen pensar que Saúl Álvarez sólo tiene un detractor, me he pasado muchos años señalando las múltiples irregularidades que he visto y comprobado en las peleas del Canelo, desde que empezó a tripular el carrito de la “montaña rusa” que lo llevó desde peso superligero, hasta semicompleto, de ida y vuelta y otra vez.

Cobijado por intereses mezquinos, unos relacionados con el dinero, y otros con las apariencias que para muchos dirigentes del boxeo mundial son importantes, Saúl se vio protegido, pero al mismo tiempo, dañado, en su reputación, en su credibilidad, en su imagen pública, que lo ha ubicado como un “muñeco de cuerda” de la televisión…

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Pero tanto va el cántaro al agua, hasta que un día, esto ya no iba a seguir siendo posible. Y eso sucedió la noche del sábado en la T-Mobile Arena de esta ciudad, que no se llenó como otras veces, y que tuvo un sabor “anti-Canelo” también pocas veces visto.

Por eso lo sucedido es más relevante. Más valioso. Es un paño de sanación al orgullo del multi campeón jalisciense, que puede decir una y mil veces que “le vale madre” lo que la prensa pensamos de él, pero en el fondo, sabe que no es cierto… Y encontró la cura que estuvo a su alcance todos estos años.

Tres veces interrumpió las entrevistas que le hice, me colgó el teléfono y finalmente, ya ni con “la bendición” de Oscar del Hoya, me volvió a dar una entrevista, aunque fuera telefónica. “La verdad no duele, pero incomoda”.

El sábado por la noche, Álvarez conquistó una de las victorias más legítimas de su carrera, recuperando mucho del prestigio que se fue por esa necedad de confiar en “consejeros” que en de hacer eso, aconsejar, más bien “desaconsejan”. Jaime Munguía tuvo la gloria en sus puños por unos cuantos minutos, tuvo a la máxima estrella del boxeo mundial a su merced y no pudo acabarlo. Ese décimo round será una pesadilla eterna en la memoria del gran retador, que hizo valer su condición, pero no fue capaz de confirmarla.

Claro está que esto no se gana “con ganas” o con “échales”. Sólo Munguía sabe cuánto sintió el bombazo que lo puso en la lona, y que terminó con el script que había ejecutado de manera perfecta hasta ese momento. En ese instante, cambió la historia, no sólo de la pelea, ahí cambió la historia de la pelea pero también, de la carrera de Munguía, de la carrera del “Canelo”, y usted puede llamarme exagerado, cambió también la historia del boxeo.

La gloria instantánea a la que aspiraba Jaime, no llegó. El legado que tanto menciona Saúl y que le preocupa mucho, fue reestablecido casi en su totalidad, porque en este combate, Álvarez recuperó el respeto de los que lo hemos cuestionado. Ganó bien. Supo sobreponerse a los momentos difíciles de la pelea, y no dictó cátedra, pero tampoco dejó una sombra de duda sobre el resultado del combate.

Munguía tendrá que seguir ahora un largo, larguísimo camino para poder aspirar de nuevo a convertirse en sucesor de Álvarez, y quizá tenga que arriesgarse a ir, él sí, a buscar a David Benavidez, incluso al indestructible Dmitry Bivol, o pasar por encima del “zurdo” Ramírez, para cerrar el “cofre de Pandora” que ha puesto en predicamento su futuro.

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Jaime se ha graduado y ha mostrado que tal vez no estaba para vencer en todos los terrenos al Canelo, pero sí en muchos. De eso hay constancia en video… Yo pensé que el Rey iba a morir aquí en Las Vegas, pero por lo visto, ahora ha limpiado de tal forma el camino, que puede ver que su reino, al menos de aquí, a finales del año próximo no tiene amenazas palpables, y eso, por supuesto que incluye a Benavidez.

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