DANIEL-FRAGOSO-EL SURTIDOR

Quinta carta abierta a Midi

Hace unos días leía un libro sobre la vida de Bono, del grupo U2, en él, el autor mencionaba que “la estirpe de las ideas es mucho más hereditaria que la estirpe de sangre” y esta frase me ha hecho pensar en Platón, que, por ejemplo, postuló la existencia de un “mundo de las ideas”, donde las ideas perfectas y eternas son las verdaderas formas de las cosas.

Daniel Fragoso
Mayo 18, 2025

Pequeña hija mía: dueña del instante que te rodea, te observo dormir cándidamente, y este ejercicio de contemplarte es el remanso del tiempo. Hace cinco años que irrumpiste en el mundo y tal suceso dinamitó todo lo que tu madre y yo creíamos que sabíamos sobre la vida. Ahora que estás consolidando la conciencia moral y que tus preguntas se han vuelto cada vez más agudas, puedo afirmarlo, nada de lo que creía conocer es como lo ideaba.

Hace unos días leía un libro sobre la vida de Bono, del grupo U2, en él, el autor mencionaba que “la estirpe de las ideas es mucho más hereditaria que la estirpe de sangre” y esta frase me ha hecho pensar en Platón, que, por ejemplo, postuló la existencia de un “mundo de las ideas”, donde las ideas perfectas y eternas son las verdaderas formas de las cosas. Estas ideas, decía el filósofo, son el origen de la realidad que percibimos a través de los sentidos, que son sólo copias imperfectas de las ideas originales.  

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Pero ya me estoy desviando del tema, como siempre me pasa, pequeña hija mía, lo que pensaba decirte antes de mi perorata era que: no tienes una idea de cómo atesoro las conversaciones que tenemos por las noches, cuando inicias cuestionando el cuento que acabo de leerte o bien, cuando de la nada me interrogas sobre cosas que no he visto que a ti te interesan. Hablar contigo es un difícil ejercicio que requiere de concentración, habilidad mental y sobre todo empatía. Hablar contigo es iniciar un camino hacía el descanso y a la luz de un nuevo entendimiento.  

Todos los días que han transcurrido entre que me senté a escribirte una carta por última vez y hoy me han dejado algo, sin embargo, el que más guardaré en mi memoria fue el día que me pediste ir a conocer a mi mamá. Aquella mañana te llevé a la iglesia, y viste el nicho donde descansan las cenizas de mi madre. Cuando salimos dijiste: papá, pensé que mi abuelita vivía en un ataúd, pero está aquí con Dios.

Aquel sábado, casi al finalizar la jornada, me pediste que me sentara a tu lado, fuiste corriendo por una libreta de hojas blancas y tu estuche de plumones, sacaste un plumón negro y dibujaste un hombre con una cara triste. Después, dibujaste un ataúd. A lado del ataúd dibujaste a una niña sonriendo. Y a lado de ella dibujaste a un hombre con la cara feliz. Cuando terminaste me dijiste: mira papá, éste eras tú; estabas triste por mi abuelita; después llegué yo y aquí estas feliz conmigo.

Desde aquella ocasión he pensado muchas veces en una frase que Fernando Pessoa escribió donde afirmaba que habría que “dar a cada emoción una personalidad, un alma a cada estado del alma”. Y creo que es esa búsqueda de sentido a lo que nos pasa a cada instante lo que me hace creer que si bien a veces siento que todo lo mejor del mundo me ha ocurrido desde que estás en mi vida, también es cierto que todo lo más maravilloso de la existencia estará por venir caminando de tu mano, escuchando tus interrogantes, tratando de responderlas juntos. Viviendo a tu lado, pequeña MIDI.