Policy of truth 

Esto es estrictamente personal. Por consecuencia, todo lo que leerá a continuación es cierto, o podría serlo. Conocí a Mirandeli Bautista hace más de veinte años, una noche fría de agosto en la que llegué a la casa de sus padres a la que era su fiesta de despedida porque ella se iría de México a estudiar la maestría a Madrid. Llegué ahí porque Jorge A. Romero me llevó. Fue una noche muy psicodélica y estuvo plagada de anécdotas que aún ahora muchas de las personas que conozco, cuando llegan a reunirse, siguen rememorando. Ese día no supe que había conocido a una de las personas más importantes en mi vida. Pienso en ello en esta tarde de sábado, cuando las primeras gotas de la inminente lluvia caen sobre el retrovisor del automóvil que conduzco, en los parlantes suena Depeche Mode: “es demasiado tarde para cambiar los eventos/es hora de afrontar las consecuencias/ por entregar la prueba/en la política de la verdad”

2. Just Can’t Get Enough

La primera vez que pisé Madrid fue un domingo de febrero de 2006, habíamos volado en la extinta compañía Air Madrid, una empresa de bajo coste que permitía a turistas de bajo presupuesto, como lo éramos Jorge A. Romero y yo. Mirandeli nos estaba esperando en la sala de llegadas del Aeropuerto de Barajas, ella fue nuestro Virgilio en aquella empresa. Desde que nos vio fue siempre afable, nos recibió como se recibe a un hermano que regresa a casa. Nos hospedó en su departamento y nos llevó a cenar y descubrir la primera noche de muchas noches eternas en aquella ciudad que tanto nos ha dado a ambos. Nos alentó a que visitáramos otras ciudades en nuestra estadía por la vieja Europa, nos dio tips de cómo viajar barato, nos dio un mapa y una guía de qué hacer, dónde ir, qué comer, cuáles eran sus recomendaciones culturales y qué sería bueno que conociéramos. Nos descubrió el Madrid monumental y la visión de una migrante que navegaba igual en los vientos de Pachuca que en las corrientes del mundo. Estoy cruzando la ciudad, esta ciudad que tantas veces he andado con Mirandeli, el estéreo ahora me dice: …“caminamos juntos/estamos caminando por la calle/no puedo tener suficiente/no puedo tener suficiente”.

3. Walking in my shoes

“Ahora no estoy buscando la absolución/perdón por las cosas que hago/pero antes de llegar a ninguna conclusión/trata de caminar en mis zapatos” dice ahora Depeche Mode, la lluvia ha arreciado, pienso en una de las “Meditaciones” de Marco Aurelio, aquella que dice que: “La dulzura, cuando es sincera, es una fuerza invencible”, reflexiono sobre ello, pues no encuentro una manera más honesta de describir el deseo que Mirandeli ha manifestado por ayudar a la gente que le rodea. La recuerdo dándome asilo en mi primera noche cuando llegué a vivir a Madrid, en el departamento de la Calle Cartagena, donde vivía con Jochi y su gato negro. La recuerdo invitándome a desayunar y prestándome dinero para sobrevivir aquella mañana después de que me golpearon unos “white power skinhead”. La recuerdo generosa, dándole de comer a sus amigos, organizando siempre algún plan para ir a conocer cosas nuevas, para escuchar nueva música, para ver nuevas exposiciones de arte, animosa, plena, convencida que las relaciones humanas se fomentan con la solidaridad; convencida de que todas las personas son buenas personas, aunque a veces le demostraran lo contrario.

Ha pasado la lluvia de este sábado, escribo lo que he venido pensando en este trayecto a casa, pienso en Mirandeli, en lo que está viviendo ahora que todo parece colapsarse, quiero dejar un testimonio de todo lo que ella representa en mi vida y en la vida de quienes hemos tenido la fortuna de coincidir con ella. No quiero pensar en qué ocurrirá después. No quiero que esta sea una reseña de sus logros como investigadora Nivel 2 del Sistema Nacional de Investigadores, ni en los premios nacionales e internacionales que ha ganado sobre su trabajo en química y farmacia, deseo dejar constancia de la gran mujer que es. De cómo aún, en la barbarie de esta selva, aún existen personas nobles.    

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