Peaches

El Surtidor

Pequeña hija mía, ésta es la tercera vez que te escribo una carta para contarte qué es lo que ha ocurrido desde tu llegada a mi vida. A unas horas de que cumplas 3 años de haber nacido, quiero decirte que los últimos 12 meses han sido una montaña rusa de experiencias y sensaciones inexplicables. En especial, los últimos 240 días, donde he tratado de robarle tiempo al día para seguir siendo testigo de la manera en que vas descubriendo el mundo.

Desearía que cuando seas capaz de leer esto que ahora escribo, puedas comprender que todas las noches que te hice una videollamada, mi principal anhelo era estar a tu lado para acompañarte hasta que quedaras profundamente dormida; no sé si será posible que recuerdes que te llamaba, porque casi siempre estas en tu planeta jugando, pero ten la seguridad que a la vera de los segundos siempre te llevo en mi mente y en mi corazón.

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Midi, quizá ya entiendas que en ocasiones suelo ser estúpidamente cursi y por lo mismo, aunque me he ganado la vida escribiendo y diciendo mensajes, no soy lo suficientemente valiente para hablar desde el fondo de mis sentimientos sin que se me quiebre la voz. Ése es el verdadero motivo por el cual ocupo este espacio en blanco.

Quiero dejar testimonio aquí, que antes de que pudiera experimentar el verdadero amor ardiendo entre mis brazos (cuando te cargué por primera vez), todo el tiempo estuve caminando ciego, y fue tu radiante existencia lo que calcinó la venda que había en mis ojos. Ahora, a pesar de la lluvia de meteoros que son los problemas de la vida cotidiana, mi mirada (que en ocasiones se observa cansada), vuelve a tomar brillo al momento de entrar en contacto contigo.

Al igual que muchos otros padres, tu presencia modificó mis horarios de dormir, pasé de no hacerlo a caer profundamente dormido a tu diestra. Y lo mejor no es eso, sino amanecer a tu lado, verte dormir profundamente exhalando la savia vivificadora de las posibilidades de un futuro que se siente inmenso.

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Hace unos días declararon oficialmente el fin de la pandemia del SARS COV-2, esa enfermedad que estaba en su punto más alto cuando naciste. A pesar de todo el daño que ese virus dejó en el planeta, al confinamiento que provocó le debo la surte de experimentar la inigualable dicha de poder bañarte y dormirte todos los días de tu primer año de existencia.

Siempre quedarán en mis recuerdos los minutos que pasábamos en el pequeño jardín que construimos tu madre y yo para ti en Narnia, esos días de tu primera playlist donde Adele, LP, Lykke Li, Delinquent Habits, The Cure, Black Pumas y Bomba Estéreo sonaban por toda la casa y tú jugabas con el elefante Pedro en la silla mecedora mientras me veías leer o trabajar en la laptop, aquel tiempo de jugar al chef y montañas de trastes se ha vuelto a la postre más memorable que las mejores noches que experimenté buscando el amanecer.

Pequeña María Daniela, ahora que tu adolescencia bebé está en su punto más álgido y la demanda indiscutible de la repetición infinita de la misma playlist que encabeza Pinkfong Halloween y Luli Pampin, me hace bailar a tu lado, también intento atesorar estos momentos para poder recordarlos cuando la adolescencia real nos marque otras músicas que aún no existen. Por lo pronto, mientras escribo esto, escucho de nuevo “Peaches”.

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Daniel Fragoso

Daniel Fragoso Torres. Nació en Pachuca, lector, escritor, se ha desempeñado como profesor universitario, periodista, editor, funcionario público y consultor. Es insomne.
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