“Es tonto: a veces, cuando pienso, cuando escribo, me siento tan vulgarmente poderoso que me parece que todo esto de la enfermedad es una tontería, algún error de calculo”. Desafortunadamente, Martín Caparrós se equivoca y la enfermedad está ahí; padece Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una afectación neurodegenerativa que afecta las neuronas y la médula espinal, provocando que el cerebro pierda la capacidad de controlar los músculos.
El escritor argentino (nacido en 1957), afincado en las afueras de Madrid, sabe que va a morir, que le queda poco tiempo, pero no sabe cuánto y es por eso que sigue escribiendo a un ritmo tremendo, postrado en un silla de ruedas y dándose cuenta de que algún dedo empieza a desobedecer.
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Es por ello que Antes que nada, su libro de memorias es una obra brutal… contundente, descarnada; su lectura duele y eso que su recorrido biográfico es sumamente interesante, ya que se trata de un autor que se especializó en la crónica de viaje de corte social, una labor que le llevó a recorrer el mundo entero -no una, sino varias veces-.
Caparrós posee una memoria privilegiada y enciclopédica; recorre su vida a detalle a través de un libro de 655 páginas que no tiene desperdicio alguno; lo acompañamos en la saga familiar que los llevó migrar de España a Argentina, donde obtuvo una formación académica muy sólida y que de muy joven le hizo pertenecer a movimientos políticos de izquierda para luego tener que salir -exiliado- de su país rumbo a Francia en busca de sobrevivir y donde se integra tanto a la Universidad como a la vida laboral desde sus veintipocos años.
Periodista incansable, fundador de varios diarios, columnista, colaborador de El país y The New York Times, entre muchísimas otras publicaciones, también trabajó para la ONU y ha hecho hincapié en el tema de el hambre, posee una enorme probidad y su reflexión y opinión son muy respetadas, por lo que en sus memorias entreverá muchas reflexiones sobre la enfermedad y la muerte, pero también sobre el oficio escritural y la manera en que él lo abordó y respetó: “Leí. Me sorprende tantos que quieren ser periodistas y no leen: como un aprendiz de pianista que se jactara de no escuchar música. No se puede escribir sin haber leído demasiado; no se puede pensar -entender-organizar, hablar- sin haber leído demasiado”.
Autor de novelas como Los living y Sinfin, ensayos como El hambre y Lacrónica, además de obras relacionadas a los viajes como Larga distancia y Una luna, es poseedor tanto de una gran erudición como de total combatividad, y es así como en Antes que nada resulta contundente: “Por eso, a veces, me decepciona haber sido escritor y me duele, sobre todo, la sensación de arar en un pantano. La pretensión insostenible, inconfesable, de que todo podría ser mejor si más gente escuchara y asumiera lo que algunos decimos, esa sorpresa bochornosa de que sean tan tarados como parar armarse tantas vidas sin gracia, ambiciones menores, ideas repetidas, desinterés por cualquier cosa que no sea ellos mismos, que sean tarados. O que sus ambiciones sean tan pobres”.
Caparrós jamás ha tenido temor de comprometer su opinión, pero además repasa diversos aspectos de lo que ha sido su trayectoria literaria: “Entonces me pasó algo extraño. Siempre tuve muy presente aquella queja de Borges que decía que el mayor logro de un escritor era agregar una palabra al idioma y que él no lo había hecho. No era cierto; la confusión es que su aporte fue desmesurado: la palabra que él agregó fue “borgiano”. Yo creo que agregué una a escala reducida sin querer. Fue cuando llamé “honestismo” a esa idea de que la causa principal de los males de nuestras sociedades es la corrupción de sus políticos y que la honestidad, por lo tanto, sería su solución. Entonces lo escribí, claro, aunque nunca terminó de quedar claro”.
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Repito, Antes que nada es un libro brutal… de principio a fin… resume una vida entre “militancias y exilios, selvas y redacciones, amores y derrotas”, sin dejar de lado las especulaciones más ingeniosas: “Si , lo más perverso, lo más cruel de morirse es que para hacerlo hay que estar vivo. Y qué cruel que para estar muerto haya que morirse. Pero qué bien pensado que para internarse en ese lugar tan tenebroso que es la muerte uno ya tenga que estar muerto”.
MHO
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