“Demasiado rock para ser country; demasiado country para ser rock”, tal era la conclusión a la que llegaban varios ejecutivos discográficos a la hora de tratar de firmar y proyectar a Lucinda Williams. Y precisamente aquella mezcla que, según aquellos, les impedía cualquier estrategia de lanzamiento fue y es lo que le da a la norteamericana su lugar en la historia musical del mundo.
Nacida en Lake Charles, Lousiana, creció mudándose constantemente de ciudad hasta los 18 años -incluso residió en Santiago de Chile y la Ciudad de México-, se decantó por una amalgama de folk, rock y blues que amasaba a su libre albedrío para contener letras en las que privilegiaba la parte literaria, lo que las hacía muy narrativas.
A la hora de cumplir 70 años, decidió contar parte de su historia y es por ello que surge Lucinda Williams -Memorias, No compartas con nadie los secretos que te conté-, un libro muy centrado en las complejidades de su familia y todo el proceso que la llevó de tocar en una esquina de Manhattan a llenar el Radio City Music Hall y ser considerada pionera del Alt Country -un término que detesta-.
Procede de familias muy religiosas y cuyo abuelo materno tuvo un turbio pasado de abusos sexuales sobre su madre, lo que derivó en una larga historia de trastornos mentales y adicciones graves. Mientras tanto, su padre luchaba por hacerse una carrera como Profesor universitario y, en paralelo, conseguir un sitio como poeta -progresivamente lo va logrando-.
Editado de una manera hermosa y precisa por la española Liburuak, las Memorias de Lucinda Williams condensan una lucha de muchos años por avanzar en la industria musical, mientras libraba infinidad de empleos eventuales en diversas ciudades hasta que comienza a despegar, ya bien avanzados los treinta años de edad… aquí no hay un sueño juvenil, sino una historia de perseverancia y convencimiento.
Es así como nos podemos acercar (en presentación bilingüe) a la poética de canciones que se llenan del drama humano, del dolor, que citan pueblos y ciudades y reciben menciones a otros músicos que van de Hank Williams a ZZ Top… son narraciones de gente normal que lucha por sobrevivir y arañar un pedazo de buena fortuna.
En No compartas con nadie los secretos que te conté la acompañamos durante la aparición y desarrollo de discos tan relevantes como Car Wheels On A Gravel Road (1998), Essence (2001), World Without Tears (2003) y West (2007), entre otros tantos.
Es tan peculiar la personalidad de Lucinda Williams, que se mueve entre principios éticos muy arraigados y la fragilidad y el nerviosismo emocional. Es alguien que puede no asistir a la ceremonia del Grammy, teniendo todo preparado, ante el temor de no saberse mover en aquel ambiente; en su lugar, pasa la noche con un amigo comiendo hamburguesas.
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Compositora de tiempo completo, atenta lectora y una guitarrista disciplinada, nacida en 1953, Lucinda es una mujer de amplios contrastes que creyó en sí misma ante cualquier dificultad; encontró la manera de llevar su arte hasta lo más alto, uno que se constituye por una mezcla de femineidad, coraje y sensibilidad.
He aquí una historia no exenta de dolor, pero también empapada de gloria y grandes canciones: “Solía conducir/ Por Lafayette y Baton Rouge/ En un chevrolet amarillo escuchando Howlin’ Wolf/ Le gustaba detenerse en Laker Charles/ Porque ese es el lugar que ama”.
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