Los efectos de la extinción de Luz y Fuerza

En contra del mar

La noche del 10 de octubre de 2009, la vida de 44 mil trabajadores y sus familias de la compañía de Luz y Fuerza del Centro cambió para siempre.  

En Pachuca, Luz y Fuerza era uno de los pocos lugares donde se podía trabajar con prestaciones y seguridad en el empleo sin estar en las filas del PRI y del gobierno estatal. Muchos de mis familiares trabajaron ahí, entre ellos mi papá que entró a la sede de Santa Julia en 1992. 

Mi papá iba a marchas pero no estaba dentro de la vida sindical. A él le gustaba estar en los pueblos, en las líneas, cerca de los transformadores e interpretando planos. Mi papá amaba profundamente su trabajo, soñaba con seguir subiendo en un escalafón que no solo tomaba en cuenta las credenciales académicas, sino la experiencia laboral y también, anhelaba su jubilación.  

Ni él, ni sus compañeros y compañeras merecían el trato que tanto el Gobierno Federal, los medios de comunicación, el Sindicato y la sociedad les dieron. 

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La extinción de Luz y Fuerza, representa una de las mayores violaciones a los derechos laborales en la historia del país. Con este golpe, Felipe Calderón y Javier Lozano Alarcón, iniciaron un camino para debilitar el marco legal de los derechos laborales que continuaría en 2012 con una reforma a la Ley Federal del Trabajo que entre muchas otras cosas, permitan nuevos contratos, la legalización del outsourcing, etc. 

Se dijeron tantas mentiras, como que se les pagarían exorbitantes indemnizaciones, que indignaron a la sociedad quienes consideraban que el trabajo de LyF era deficiente y que todos los trabajadores participaban de los malos manejos del Sindicato. 

Las indemnizaciones estuvieron mal calculadas y no reconocieron la verdadera antigüedad laboral de los trabajadores; quienes en el trato directo para su cobro fueron acosados, violentados y avergonzados. 

A lo largo de 13 años, he visto y vivido los efectos psicosociales de esta extinción. Efectos de los que no se ha hablado lo suficiente. Familias enteras destruidas no solo económicamente, sino moralmente, socialmente. Depresión, ansiedad, enfermedades físicas y otras mentales. Personas sin más oportunidades laborales. Y muchas personas muertas. Los compañeros de mi padre han ido perdiendo la vida en condiciones paupérrimas, sin acceso a la salud, en el olvido. Muchos de sus hijes dejaron sus estudios, muchas mujeres asumieron mayores actividades de trabajo y de cuidado. Mientras que el gobierno y el SME continuaban con negociaciones que no ponían al centro las necesidades de quienes sufrieron está violencia. 

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En un pequeño acto de justicia, este año el gobierno federal decidió jubilar a los trabajadores que laboraron al menos 19 años de servicio. Llega tarde, pero al fin y al cabo sucedió y repara, al menos un poquito, todo el daño que se ha efectuado en estos 13 años.   

Mi papá no alcanzará este beneficio, pero hay una profunda alegría colectiva porque varios de sus compañeros y otras personas, que tampoco merecieron este acto de desprecio a la fuerza laboral, sí y brindará la tranquilidad que perdieron esa noche horrorosa. 

El tiempo y la historia nos dará el momento de volver a ver estos hechos desde otra óptica, reescribir y nombrar este acto como un hecho de violencia a los derechos laborales, a los derechos humanos. Ojalá escuchemos sus testimonios, aprendamos y nos reorganicemos. Somos una generación que ha perdido el espíritu de lucha laboral ante el capitalismo que nos aísla y nos deshumaniza. 

Y ojalá un día Calderón, Lozano y todos aquellos que conformaron el gobierno de 2006 a 2012; reciban las sanciones que merecen por haber destruido al país y los derechos humanos de todas nosotras, nosotres y nosotros. 

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Ninde MolRe

Ninde MolRe es lesbiana, abortera, feminista, acompañante, abogada y activista hidalguense.