Ley de Comunicación, otra ocurrencia de la 4T

Ley de Comunicación, otra ocurrencia de la 4T

Andrés Manuel López Obrador se quedó con las ganas de institucionalizar un nuevo golpe contra la libertad de expresión y contra la autonomía de las entidades, los municipios y la prensa mexicana, esa, a la que no soporta cuando es crítica pero a la que palmea en la espalda y apapacha cuando lo llenan de […]

Alejandro Galvez
Mayo 2, 2023

Andrés Manuel López Obrador se quedó con las ganas de institucionalizar un nuevo golpe contra la libertad de expresión y contra la autonomía de las entidades, los municipios y la prensa mexicana, esa, a la que no soporta cuando es crítica pero a la que palmea en la espalda y apapacha cuando lo llenan de elogios y conductas zalameras.

El pasado 25 de abril, previo al triste y circense espectáculo de algunos de sus integrantes, el Senado de la República desechó la polémica reforma a la Ley de Comunicación Social, esa que se gestó desde Palacio Nacional más como un acto dictatorial que como una medida sugerida por la razón.

Para darle legitimidad y empujar esta reforma que desde el inicio encontró el rechazo de alcaldes, partidos políticos y medios de comunicación en gran parte del país, el presidente echó mano de sus serviles y aduladores seguidores, entre ellos diputados y senadores que promovían la idea de que esta reforma solo afectaba a los medios de comunicación.

Pero no, esta reforma a la Ley de Comunicación iba más allá de un simple castigo para dinamitar los ingresos económicos de la prensa, representaba un duro golpe a la autonomía de los municipios y estados, pues de haberse aprobado, los alcaldes y gobernadores habrían sido condenados a no mover un solo dedo en cuestiones publicitarias ni mediáticas sin pedirle permiso a la Secretaría de Gobernación previo a un engorroso y burocrático trámite a través de plataformas digitales.

La reacción quedó advertida en la cascada de amparos que vinieron en gran parte del país tanto de municipios como de algunos medios y López Obrador se quedó con las ganas de ahorcar por la vía legal a la industria de la comunicación, de la que forman parte aquellos que no han desvirtuado su objetivo original de ser el contrapeso del poder.

Pero eso no le gusta a López Obrador, tener contrapesos que lo contradigan y dejen en evidencia su falaz lucha contra la corrupción, por eso sus constantes ataques contra los periodistas, por eso su pretensión de desaparecer el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), pues son estos los responsables de que hoy conozcamos claros ejemplos de la corrupción en el gobierno de la 4T:

Las transas en la CONADE; los millonarios contratos de Pemex a Felipa (prima de Andrés Manuel); el caso de Segalmex, la Casa Gris en Houston de José Ramón López; los sobres de dinero a Pío López Obrador; los millonarios contratos del IMSS al hijo de Manuel Bartlett, entre otros.

López Obrador no ha entendido que los medios de comunicación (y muchos otros sectores más a los que no se cansa de atacar) no son sus enemigos, y que su gobierno no necesita que ningún periodista ni ningún ciudadano lo denoste, pues él ha sido el único responsable de sus erráticas decisiones y de su doble discurso por más que insista en su burlesca y grotesca política de los “otros datos”.

@AlexGalvezQ