Lento y salvaje: las conmovedoras memorias de Ricardo Lezón de McEnroe
Circo Sónico
“Seremos la luz de Roma/ Seremos la lluvia en Londres/ Dibujaremos los mapas/ Nos inventaremos los nombres” es tan sólo un fragmento de “Rugen las flores”, una de las mejores canciones del grupo español McEnroe, cuya trascendencia se debe a que es uno de los indie rock más tristes y nostálgicos que se hayan cantado en español.
“Caerá la nieve en Manhattan/Lisboa por nuestras venas/ El día en que yo me acerque/ Y tú quieras estar cerca” es otra de las estrofas compuestas por Ricardo Lezón, un músico español, nacido en Getxo, durante 1969, y un hombre de extrema sensibilidad dedicado a componer canciones que calan muy profundo y son absolutamente conmovedoras.
Se trata un hombre que ha dejado en claro cuál ha sido su relación con el oficio: “la música siempre me ha ayudado a vivir, pero nunca he vivido de ella”, y que ahora pública un libro de memorias tras haber incursionado antes con varios volúmenes de poesía.
Muy acertadamente ha titulado al libro Lento y salvaje, acompañado por una llamada en portada que reza: “La manera nómada e independiente de vivir la música y cantar la vida del compositor de McEnroe”. Ya imaginará el lector que nos encontramos ante un tipo muy taciturno, apesadumbrado, que tiene que sortear muchísimas dificultades para intentar sortear los requerimientos cotidianos, ejercer de padre de dos hijos y capotear amores y desamores.
Nos encontramos ante alguien que no quiere que su arte musical pierda ese halo de magia y fascinación, pese a los retos que depara el mercado español ante un grupo como el suyo que se abre espacio poco a poco y sin claudicar en sus convicciones y postura.
Lento y salvaje da suficiente cuenta de la manera en que lucha en contra de la ansiedad -como un mal clínico-, como se reinventa para sobrevivir económicamente y la manera en que pone el pecho ante el infortunio pasional: “Dejé en aquella isla, entre la arena de sus calas vacías, sobre el agua muerta de sus salinas, todo lo que ya no necesitaré nunca”.
El compositor de pequeñas maravillas como “La electricidad”, “Un rayo de luz, “Rugen las flores” y “Los valientes”, entre tantas otras, tiene en claro que es lo que lo mueve: “Quiero hacer canciones para ser feliz, para respirar, es el lugar donde encuentro la armonía con el mundo, el paisaje al que pertenezco, y quiero necesitarlo sólo por eso, por nada más”.
Ricardo Lezón ha tenido múltiples trabajos… de vendedor de seguros a dueño de un bar, de profesor de tenis a uniempleado en un alejado hotel boutique y muchos otros más; siempre para tirar para adelante sin manchar un espacio estético que le es lo máximo y que con el paso del tiempo incluso ha compartido con su hija Jimena.
Los devaneos de la industria musical por un lado y el devenir del plan irrenunciable de sacar adelante la propia existencia contrastan en la narración de Lento y salvaje y lo inundan de afabilidad en torno a la búsqueda de la belleza… el fin supremo de su búsqueda, ya que ella misma le trae armonía y remanso.
McEnroe sigue su marcha y goza de lo que significa ser un grupo de culto; los hijos van creciendo con buena fortuna mientras que la vida amorosa va dando tumbos por doquier. En cualquier circunstancia Ricardo Lezón se sobrepone; hizo bien en regalarnos una obra tan conmovedora y que es fiel a los andares de un músico que no renuncia jamás a lo que el indie le provoca.