Lectura y silencio
El surtidor
Jorge Luis Borges escribió alguna vez que: “de los diversos instrumentos inventados por el hombre el más asombroso es el libro… sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria.
Para Pere Gimferrer, el poeta catalán: “el Quijote como El Lazarillo, son libros que a esa edad nadie debería de leer, si los lees a esa edad (infancia) es difícil que lo aprecies. Es mejor descubrirlos a los veinticinco. Como el Persiles. Empezar por los clásicos, salvo casos especiales, es muy difícil para un adolescente.
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Esto me hace pensar en un artículo que hablaba sobre la relación que existía entre las Universidades y los escritores, y si algo era cierto en aquel texto, es que nadie prepara para ser escritor. No existe una escuela que te enseñe a escribir. Quizá técnicamente existan algunos cursos o profesores que te orienten, pero el proceso de autor-obra es uno solitario, quizá el más solitario oficio que exista en el mundo. Lo que si se abundaba en aquel texto era sobre que un ”60% de los egresados de una carrera de letras no se dedica a lo que pensó se dedicaría en un principio” El mismo artículo versaba sobre qué escritores habían estudiado en la Universidad y de qué carreras, lo que me sorprendió era esto: “De la UNAM, cada año egresan 111 mil estudiantes. Octavio Paz, Sergio Pitol, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, estudiaron la licenciatura en Derecho en esas aulas, y sólo Pacheco y Juan Rulfo (que fue de oyente) estudiaron letras. En otras latitudes, en la Sorbona para ser exactos estudió Honore de Balzac, Victor Hugo, Simone de Beavuoir, Susan Sontag. Mientras que en Oxford egresaron Oscar Wilde, Aldus Huxley, J. R. Tolkien. En Harvard, William Burrogs, E.E. Cummings, T. S. Elliot. Y en Cambridge, Vladimir Nabokov, Sylvia Plath, Virginia Woolf, Lord Byron, Nick Hornby. Esto por nombrar algunos casos, otro ejemplo es el de profesores visitantes como Borges y Cortázar, este último en Berkeley.
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Paul Auster afirmó que “la literatura es esencialmente soledad. Se escribe en soledad, se lee en soledad y, pese a todo, el acto de la lectura permite una comunicación profunda entre los seres humanos”.
Tal vez por eso, con el paso del tiempo, creo que lo único que me ha interesado aprender es a quedarme callado, algunas veces para escuchar y otras para contenerme; tal vez por eso, cuando estoy como ahora, frente a un procesador de textos, las ganas de abrevar de las palabras de personas que han dicho todo de una mejor manera de la que yo estoy pensando me vencen y entonces el proceso de construcción de un texto es como esa disparidad de citas que en la cabeza se acumulan, quizá por eso, ahora mismo me aferro a un cita de el gran editor Constantino Bértolo, la cual me ayuda a resistir este presente: “La enfermedad de leer tiene sus ventajas. Otorga silencio, consuelo, oscuridad, compasión y dulce cansancio. Si hay que hacer campaña, hágase de esto. Leer para estar en silencio. Leer para aceptar la muerte, la soledad, la herida y el consuelo”.