La turistificación de la muestra gastronómica de Santiago de Anaya

La turistificación de la muestra gastronómica de Santiago de Anaya

ALAMEDA

Redacción
Abril 8, 2025

Por: Dino Madrid

La muestra gastronómica de Santiago de Anaya, en Hidalgo, ha sido durante décadas un espacio profundamente identitario, donde la comunidad expresa su cultura, sus saberes ancestrales y su relación simbiótica con el territorio a través de los alimentos. No es sólo un escaparate de “comida exótica” o un evento folklórico: es, o era, una forma de resistencia cultural, de afirmación de lo comunitario frente al avasallamiento del modelo urbano, industrial y globalizante.

Sin embargo, este espacio ha sido objeto de un proceso paulatino de turistificación, que si bien no es nuevo, se ha intensificado visiblemente en los últimos cinco años. Lo que antes era una celebración comunitaria con lógicas propias, se ha ido convirtiendo, cada vez más, en un producto de consumo diseñado para atraer al turismo, con todo lo que eso implica: estandarización, espectacularización y desplazamiento de los significados originales.

Desde una mirada política, este fenómeno responde a una lógica neoliberal que busca capitalizar todo lo que pueda generar rentabilidad, incluso la memoria colectiva. La promoción turística de la muestra se presenta como un impulso al desarrollo local, pero en realidad puede implicar una desposesión simbólica: la comida deja de ser un acto de transmisión intergeneracional y se convierte en espectáculo. Se prioriza el platillo que “sorprende” al foráneo por sobre el que alimenta al pueblo todos los días.

La turistificación también genera tensiones de clase y de territorio: ¿quién decide qué se muestra y cómo? ¿Qué pasa con las y los cocineros que no pueden costear el estándar de presentación que ahora se exige? ¿Quién se beneficia realmente de esta derrama económica? Muchas veces, son los actores externos —autoridades, patrocinadores, empresas— quienes acumulan poder y ganancias, mientras que la comunidad ve diluirse el sentido profundo de su fiesta.

Es urgente reconocer que este proceso no llegó de golpe, sino como parte de una serie de decisiones —muchas veces disfrazadas de “modernización” o “proyección cultural”— que han ido desplazando las prioridades del pueblo. No estoy en contra de la muestra; por el contrario, reconozco su enorme valor como expresión viva del territorio. Pero precisamente por ello, considero indispensable repensarla colectivamente: no para eliminarla, sino para devolverle su raíz comunitaria, su función pedagógica y su capacidad transformadora.

Frente a esta realidad, toca reivindicar el carácter popular, autónomo y político de la muestra gastronómica. Que vuelva a ser espacio de encuentro entre iguales, de aprendizaje mutuo, de dignificación del conocimiento local y de defensa de la soberanía alimentaria.

Y sobre todo, es indispensable exigir políticas públicas integrales para la protección efectiva de la flora y fauna endémicas que dan origen a esta riqueza gastronómica. Sin ecosistemas sanos, sin magueyes, quelites, nopales, hongos, insectos y animales silvestres, no hay identidad culinaria que sobreviva, ni sustento diario para las familias de Santiago de Anaya. No se puede preservar la cultura sin preservar la vida. Urge una política que deje de mirar el territorio como mercancía y lo reconozca como fuente de vida, memoria y dignidad.

mho