La tierra caliente

Jorge González Correa

La tierra caliente

Hablar de la zona caliente de Michoacán es hablar de su gente. De una tierra generosa que da limón, papaya, aguacate. Pero también de otra cosecha que nunca se ha detenido: la del miedo.

Jorge G. Correa
Noviembre 6, 2025

Sin protocolo

Hablar de la zona caliente de Michoacán es hablar de su gente. De una tierra generosa que da limón, papaya, aguacate. Pero también de otra cosecha que nunca se ha detenido: la del miedo.

Camino por las calles de Apatzingán. La numeración de las casas parece una metáfora de su historia: irregular, impredecible. En una fachada el número 124, al lado el 2, más adelante el 2800. El sol cae a plomo. La gente suda, sonríe, vive. Pero bajo esa rutina se respira la costumbre de la tragedia.

Un Volkswagen viejo recorre las calles con una bocina en el techo. Difunde las noticias del día: “dos ejecutados, un navajeado, un desaparecido”. La información viaja entre la tiendita y la plaza, sin sorpresa. Todos escuchan, pocos reaccionan.

En los campos, el dilema es simple y cruel: pasar el día bajo el sol pizcando limón por unos cuantos pesos, o ganar más trabajando para el narco. Algunos cargan droga a otros estados; otros cuidan la frontera invisible entre un grupo y otro. A veces también se defienden de los operativos que llegan desde Estados Unidos: dicen que del FBI, de la DEA, de cualquiera que venga a cortar cabezas o plantas. Los militares hacen lo suyo: cortan marihuana donde creen que deben, según su ojo y su turno.

Por las noches hay fiesta. Cuando alguien “patrocina”, se convierte en héroe local. Así se construye la lealtad: no se hereda, se compra a ritmo de banda y cerveza.

Y mientras tanto, en los estéreos viejos de las camionetas, suenan Los Originales de San Juan, con sus narcocorridos que cuentan sin pudor la vida y el carácter del michoacano de tierra caliente: trabajador, orgulloso, duro, y acostumbrado a sobrevivir a todo.

Uruapan no está lejos, ni en kilómetros ni en destino. Entre los cerros se levantan los empaques de aguacate que abastecen a cadenas como Taco Bell. El oro verde de México también paga su cuota al crimen. La extorsión y la amenaza forman parte del costo de producción.

Esto era Michoacán, la Tierra Caliente, en 1998. Muy pocas cosas han cambiado desde aquel día.

Hoy, miles de comentócratas intentan explicar lo que ocurre, pero lo que pasa en Michoacán no es nuevo. Es una costumbre vieja. Una herencia que no se combate con armas, sino con una revolución cultural.