La noble labor de Arleth como rescatista
Ha salvado a más de 5 mil lomitos
Arleth Villegas Santillán ha podido salvar a más de 5 mil perros a lo largo de su vida.
“Desde niña he auxiliado a los perritos, siempre veía el maltrato de las personas y decía ‘yo cuando crezca voy a tener una casa con muchos perros’”,
expresó.
Dueña del Refugio Villegas, ubicado en Tulancingo, actualmente cuida a 60 canes y les busca un hogar, es por eso que asegura que “siempre que perciban un sueño, lo van a lograr, si es que lo quieren hacer, yo lo estoy logrando, lo que quisiera es más vida para continuar en esto».
Su deseo era estudiar la carrera de veterinaria, pero no había la universidad en Tulancingo. Combinó su labor de madre, pareja, ama de casa y trabajadora con el rescate animal.
“Mis hijos iban creciendo con los perros, después cuando mis hijos ya se independizaron, dije, voy a estar de lleno en lo que me gusta”.
Su objetivo no es acumular perros, “no se trata de eso”, asegura la rescatista. Y aunque la gente diga que cuidar perros es mucho trabajo, ella piensa que algo que da tanta satisfacción en la vida no es trabajo.
“El día que yo sienta que lo veo como negocio, me retiro, porque esa no es la intención, esto no es cuestión de dinero, es cuestión de tener mucho corazón”.
Vende “chácharas” para no dejar morir a los peludos
La rescatista lamenta que últimamente las adopciones vayan a la baja, “yo qué más quisiera que ayudar a muchos perros, rescato perros, sí, pero le doy prioridad a los más necesitados”, cuenta Arleth, quien también intercambia libros por croquetas para llevar al refugio.
“Muchas veces no tengo dinero, pero lucho hasta al final por ellos, veo cómo consigo”, asegura sin olvidar la consideración que tienen algunas veterinarias para asistir a los lomitos, al igual que la gente que hace donaciones.
“Vendo las chácharas, antes cocinaba y de ahí sacaba. En las casas de empeño todos me conocen porque ahí llevo mis cosas si no tengo dinero para la comida de los perros”.
Su sueño: un carro móvil para esterilizaciones
“A veces no puedo hacer mucho porque la economía no me lo permite, si yo tuviera solvencia te juro que, por lo menos aquí en Tulancingo, ningún perrito estaría en la calle”.
Si fuera millonaria, dijo, con el dinero compraría un carro móvil de esterilizaciones, “porque los doctores buenos ya los tengo, todo el dinero sería para los perros”, expresa sonriente.
Señala que el refugio recibe 100 llamadas al día. Asegura que la sobrepoblación canina se va a acabar el día que las esterilizaciones sean masivas, al menos 400 en cada colonia, “para eso estamos los rescatistas, para estar promoviendo la esterilización”.
Detrás del rescate
Arleth piensa que en este tiempo ya se hizo moda el rescatar, pero muchas personas lo hacen y le “echan la bolita” a otra persona, cuando el verdadero rescatista es quien rehabilita al perrito hasta conseguirle un verdadero hogar.
Detrás de un rescatista, detalla, se encuentra conseguir el transporte para ir por el perrito, llevarlo a la veterinaria, comprar medicamentos, vacunarlos y esterilizarlos para ingresarlos al refugio, alimentarlos y limpiarlos.
Otra parte importante del rescate es lo emocional en las adopciones.
“Cuando voltea el perro, como diciendo ‘después de cuidarme, ¿de verdad me vas a dar?’, esa parte ya la hice dura, y pienso en otra cosa, ya no lloro, ya lloré mucho de niña».
“A veces el perro está muy dañado, le tienen miedo a la escoba porque sus exdueños les pegaban, entonces hay que rehabilitar también para que vuelvan a confiar en el humano”.
Algo que motivó más a Arleth a seguir en el rescate canino, fue cuando su prima le donó el terreno.
“Ella ya no quería que yo tuviera problemas con las personas, porque siempre me corrían donde rentaba para los refugios”.
El mejoramiento del Refugio Villegas avanza en 500 metros bardeados, “a veces algunos comentarios de la gente me bajaban el ánimo, pero mi terapia y psicólogos son ellos”.
Seguimiento a la nueva vida
Al mes, Arleth realiza visitas sorpresa a las familias que realizaron una adopción, la cual con el apoyo de su hija lleva a cabo desde hace 16 años todos los fines de semana en el centro de Tulancingo, (Jardín La Floresta), donde también la gente puede donar cosas usadas para ayudar a los perritos.
“En todo el tiempo solo he tenido dos malas experiencias, estaban flacos o se les escapó y no nos avisaron para buscarlo”.