La leyenda de la bruja de Huapalcalco

Una historia hidalguense

Recuerdo cuando tenía como nueve años, mis papás nos llevaron a mis hermanos y a mí, a la casa de mis abuelos en Huapalcalco, Hidalgo.

Esa noche, apenas alumbraba la luna, me levanté de la cama, fui a la cocina, me serví agua en un jarro. De pronto, escuché ruidos extraños provenían del otro cuarto.

Me acerqué para ver de qué se trataba, lentamente recorrí la cortina, no se distinguía bien, en ese momento se alumbró la habitación con la luz de la luna y alcancé a ver una silueta parecida a la de una mujer.

Ilustración del libro «Allá por mi pueblo cuentan…»

Estaba parada al lado de la hamaca donde dormía mi hermanito de un año; por un momento pensé que era mi madre.

Lo que vi estaba encorvado encima de mi hermanito, hacia ruidos extraños con la boca, como si estuviera succionándolo.

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Me miró; su rostro era espantoso, sus ojos eran enormes y redondos, sus dientes eran aterradores, sus manos eran huesudas y tenía las uñas extremadamente largas.

Desvié la mirada buscando a mi madre, vi que ella dormía, traté de hablarle, de gritarle, de advertirle de aquello. Que mi hermanito estaba en peligro. No puede hablar. Sentía un nudo en la garganta, solté el jarro de agua y al caer al piso se rompió, en ese momento se despertó mi madre.

De inmediato, aquello huyó por la ventana, las cortinas se movieron, abrimos la puerta y mi mamá salió corriendo, yo iba detrás de ella para perseguir a eso que estaba con mi hermanito.

Esa cosa de un saltó llegó al techo de la casa, desde donde, se impulsó a las ramas de un árbol, en un abrir y cerrar los ojos se convirtió en una especie de lechuza enorme y salió volando, mi cuerpo se estremeció de miedo, me quedé inmóvil. En ese momento mi mamá me jaló del brazo.

Entramos corriendo a la casa. Mi madre levantó a mi hermanito de la hamaca, lo puso en la cama y revisó su cuerpo, en la pancita tenía chupetones; mi mamá me dijo que eso se lo hizo la bruja, me espanté y me puse a llorar, mi mamá me tranquilizó, diciéndome.

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—No te preocupes, no volverá a pasar, dejaré unas tijeras en forma de cruz debajo de la cama, ya no dormirá en la hamaca, lo pondré con nosotras en la cama.

Esa noche no pude conciliar el sueño. Y jamás volví a la casa de mis abuelos.

Fuente: Allá por mi pueblo cuentan…

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