La letra con sangre no entra  

APUNTES

Pareciera una antigua práctica, pero el castigo corporal en el aula es más común de lo que pensamos, aunque los derechos de los niños y otros pronunciamientos lo frenan, la realidad es que en muchas latitudes esta práctica es aceptada y en algunas otras hasta legal.  

Todavía recuerdo cuando cursé el nivel inicial que, si alguno de la clase se “portaba mal”, volaba el borrador hasta estrellarse en su cabeza o en cualquier parte del cuerpo, o lo ponían en la esquina del salón hincado con los brazos extendidos a la altura de los hombros y en cada mano un bloque de libros, y los coscorrones, reglazos y el jalón de orejas o de patilla eran el pan de cada día.  

Me llamaba mucho la atención cuando las mamás, que eran quienes tenían mayormente asignada la tarea escolar con los hijos, iban a la escuela y le decían a la maestra frases como: “si no trabaja castíguelo”, “péguele maestra” “déjelo sin recreo para que entienda”, y le conferían esa autoridad a la docente.  

Aunque los tiempos cambian, la violencia física para imponer disciplina actualmente se aplica en muchas partes del mundo, ya sea en la legalidad o bajo la contemplación de quienes deciden quedarse callados ante esta infamia.  

Sigue leyendo: Las vacaciones de verano: un respiro

Mayormente este maltrato se presenta de un adulto a un niño o adolescente, se cobija en el hecho de que no produce daños físicos visibles o duraderos, de que las víctimas se quedan calladas, de que no hay supervisión que permita conocer los hechos o lo más grave, que es algo conocido y aceptado; pero también hay casos extremos donde se causa un daño físico permanente a la víctima o hasta la muerte.  

Los expertos coinciden en que el castigo corporal no funciona y además tiene consecuencias dañinas y duraderas, los estudiantes que reciben golpes no necesariamente se convierten en mejores alumnos, ni en mejores personas y si pueden guardar un sentimiento de venganza ante la situación o presentar conductas agresivas y retadoras en la inmediatez o cuando son adultos. 

Uno de los organismos internacionales protectores de los infantes que es la UNICEF se pronuncia de manera constante en contra de esta práctica, y  justamente en uno de sus estudios realizados al respecto, revela que los menores expuestos a castigos corporales severos tienen 2.4 veces menos probabilidades de tener un desarrollo adecuado en la primera infancia, y la exposición a la disciplina violenta aumenta 1.6 veces el riesgo de que un niño o niña muestre comportamientos agresivos hacia otros niños o adultos. 

También lee: Las habilidades del siglo XXI en el desempeño profesional  

En nuestro país está legalmente prohibido el castigo corporal en instituciones públicas y privadas, los niños y las niñas tienen derecho no solo a la educación, sino a un ambiente libre de violencia de todo tipo, recordemos que, como docentes, estamos contribuyendo a su formación y desarrollo y que en mucho podemos marcar su vida futura. 

La violencia física en el salón de clases es inadmisible bajo cualquier circunstancia, la persona que detenta el orden y armonía en aula, que es el maestro, no está facultado para reaccionar violentamente ante ninguna situación, por el contrario, debe actuar como mediador y guía ante cualquier comportamiento o conducta inadecuada de los estudiantes.  

Al día de hoy, no está al alcance la prohibición universal de la violencia física en el aula, la escuela debe ser un lugar seguro y los niños no pueden seguir esperando, desde casa se deben generar vínculos de confianza con los menores para identificar este tipo de conductas, pero lo más importante, denunciarlas. 

En sentido figurado, la frase popular “la letra con sangre entra” hace referencia al esfuerzo para alcanzar un objetivo, pero también se asocia estrictamente al castigo corporal para aprender, y esto último, demostrado está que no es una sana asociación.  

Mostrar más
Mira también
Cerrar