El próximo 30 de agosto, Pachuca será testigo de un espectáculo fuera de lo convencional: Insulini y Los Espanta Suegras se presentarán en el Jardín Caníbal, con un show que promete mezclar sátira, educación sexual, fiesta e improvisación. Los boletos ya están disponibles en Passline con un costo de 350 pesos en general y 550 en meet & greet.
En entrevista con La Jornada Hidalgo, los artistas contaron la historia detrás de una colaboración que nació de la manera más inesperada: una seguidora los unió a través de redes sociales.
Una fusión que empezó con un mensaje
“Cada quien tenía un proyecto independiente antes de conocernos. Yo hacía temas que no encajaban en la música comercial y Los Espanta Suegras estaban experimentando con géneros. Fue una seguidora quien nos escribió diciendo que nos parecíamos. Nos empezamos a mandar mensajes, a echarnos piques y no fue hasta que ellos me invitaron a una fecha que supimos que íbamos a estar mucho tiempo juntos”, relató Insulini.
Lo que inició como un reto en vivo cuando Los Espanta Suegras pidieron a Insulini reproducir una de sus canciones en plena transmisión se convirtió en una alianza musical. Desde entonces han recorrido escenarios en distintos estados con un estilo que ellos mismos definen como “cumbia freestyle interdimensional”, aunque reconocen que encasillarse en un género sería limitarse.
El origen de los nombres
El proyecto se distingue también por lo irreverente de sus historias. Insulini adoptó su nombre artístico inspirado en un curioso pasaje histórico relacionado con la insulina y la ciencia en Europa.
Por su parte, Los Espanta Suegras deben su nombre a anécdotas personales: “Cada uno tuvo conflictos con su suegra, pero yo tuve un percance mayor: me hice adicto a los tacos cuando llegamos a la ciudad, me dio tacolitis y terminé tapando el baño de la casa de mi ex, con la mamá afuera. Desde ahí nos quedamos con el nombre”, compartió Carlos.
Letras que van contra la corriente
Si algo caracteriza al colectivo es que no siguen fórmulas establecidas. Entre sus temas se encuentran títulos como Rumba Alienígena, Cumbia Psicópata, Bolero Perrón, Qué rico pasaporte se te ve en el pantalón, Hater, Sandwich de chocomilk y hasta La tabla periódica de los elementos.
Pero más allá del humor, hay también un trasfondo social. “Queremos hablar de lo que nadie habla. Hicimos una canción sobre circuncisión porque es un tema tabú que afecta a muchos hombres y que nunca se toca en la música. También tratamos asuntos como la presión por siempre ser el número uno o los estigmas en torno a las relaciones de pareja. Navegamos mares azules, como se dice en las finanzas, porque son temas sin competencia”, explicó Insulini.
Entre Chopin, reguetón y cumbia
Musicalmente, la fusión combina trayectorias distintas. Insulini estudió música clásica con influencias de Chopin y Liszt, después exploró el metal con bandas como Metallica o Dream Theater, hasta llegar al reguetón como un reto creativo. “Descubrí que el reguetón no es basura como pensaba, sino un género hermoso que depende de quién lo trabaje. Por eso lo mezclo con cumbia y con música clásica”, señaló.
Los Espanta Suegras, en cambio, crecieron entre el funk, el tropical y la música popular mexicana, lo que dio pie a un ensamble orquestal que, junto con la propuesta de Insulini, se transforma en un show híbrido que va del metal al rap, pasando por la sátira política y la crítica social.
Shows impredecibles
En sus presentaciones, la interacción con el público es clave. Cada ciudad les regala un objeto que termina siendo parte del espectáculo: en Toluca usaron medio metro de longaniza para autoflagelarse; en Ciudad de México, en el Salón Los Ángeles, un pastel fue lanzado sobre la pista al estilo Steve Aoki.
“En Pachuca esperamos que nos den pastes o tuzas. Algo va a suceder, siempre pasa”, adelantaron.
Aunque Los Espanta Suegras ya tenían cerca de cinco años de trayectoria, la alianza con Insulini cumplió apenas un año, tiempo suficiente para ganar notoriedad y crear una comunidad de seguidores que celebra lo inesperado en cada canción.
Para los músicos, el principal reto ha sido abrirse espacio en una industria dominada por modas. “Muchos artistas buscan sonar igual a lo que está en tendencia, pero nosotros vamos al revés. Si todos hacen reguetón con letras de fiesta, nosotros hacemos reguetón con educación sexual. Si todos hablan de ser primeros, nosotros cantamos sobre ser segundos. Creemos que la diferencia es lo que hace voltear a la gente”, comentaron.
Con letras irreverentes, ritmos inesperados y un espectáculo cargado de sátira, Insulini y Los Espanta Suegras llegan al Jardín Caníbal el 30 de agosto para ofrecer una noche distinta en la escena alternativa hidalguense.
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